Volvemos de nuevo a las orillas del Águeda, escarpadas riberas por las que ya estuvimos en el otoño de 2021 cuando recorrimos el abandonado, pero singular trazado del Ferrocarril de La Fregeneda. Esta vez nos encaminamos más al sur, a tierras de Ciudad Rodrigo, urbe que nos recibe teñida de color "sepia" por coincidir nuestra visita con esos turbadores días en los que llegó hasta nuestras latitudes esa inmensa polvareda de arenas saharianas que tiñeron cielo, tierra, coches e incluso edificios de tonos rojos, hasta donde el ambiente callejero parecía sacado de una película realizada con filtro bermejo.
Tributario del Duero por la izquierda, el río Águeda tiene una longitud aproximada de 130 km. y con un caudal medio de 13,40 m3/s (cuatro veces la del río Manzanares), se le puede catalogar como un verdadero rio aunque no salga de la provincia de Salamanca. Nace al noroeste de la Sierra de Gata, a tan solo 600 metros de la linde con Extremadura, a 900 de la raya con Portugal y a algo más de un kilometro del manadero de su gemelo el Côa portugués. A mitad de su recorrido discurre por la histórica, monumental y populosa población de Ciudad Rodrigo, que envuelve dejándola a su derecha, siendo salvado por tres puentes para acceder hasta ella. Pues hete aquí, que desde esta villa hasta su desembocadura en el rio Duero (donde existe el puente internacional que nos cruza a Portugal), no hay ningúna otra conexión para vehículos en todo su curso que el puente existente en Siega Verde, lo que equivale a estar durante cerca de 60 kilómetros incomunicados los vecinos de una y otra ribera (que apunten esto los de la España Vaciada, que a lo mejor lo desconocen).
Estamos en el cauce medio del río, en su último vado natural, justo en el punto donde el Águeda comienza a encajonarse y a formar su propia "arribe" (vertiente escarpada), que no solo el Duero y sus arribes para ello tiene su exclusiva. Un lugar de paso y un extraordinario paraje donde antaño, antaño, se podía cazar en abundancia, como así mismo observar las "bestias" con pleno detenimiento, ya que hasta aquí llegaban para cruzar el regato y también para saciar su sed. Nos situamos justo bajo el Puente de Siega Verde o de la Unión, punto de enlace de las poblaciones de Castillejo de Martin Viejo y Serranillo, lugar donde antaño quedaban los vecinos de ambas orillas para los baños estivales y otros festejos. Allí donde en tiempos se situaba un mesón ya desaparecido con el nombre de "Siega Verde", siendo posiblemente este "bareto" quien ha dado la denominación al sitio, hoy esta instalación ha sido sustituido por el Centro de Interpretación del yacimiento arqueológico. No sabían los lugareños por los años 60 y 70 del siglo pasado de la importancia del enclave, pues las rocas en que apoyaban sus espaldas durante las comidas campestres estaban repletas de figuras, arañazos y picoteados, que les eran atribuídos a mozos de épocas pretéritas.
Y efectivamente de épocas pretéritas y bien pretéritas eran esas figuras y caracteres, ya que después de analizadas por Manuel Santonja en 1988 (director por aquel entonces del Museo de Salamanca) se dataran como del paleolítico superior hace unos 18.000 años, cuando aun nuestro planeta estaba en plena glaciación o era de los hielos, y la temperatura media del planeta estaba cuando menos 6 grados por debajo de la actual. Fue un joven pastor de la aldea de Serranillo, Ángel Hervalejo, que apacentaba a sus ovejas por este enclave, quien dio reseña al arqueólogo salmantino, identificando primeramente el denominado el “Caballo del Descubrimiento”. Pero este no fue un caso aislado ya que sucesivamente se fueron encontrando más y más, hasta llegar a la actualidad, en que se tienen catalogados 96 situados (paneles) con aproximadamente 650 figuras o representaciones de estas expresiones artísticas del pasado.
Este hallazgo, aun siendo el primero no fue el único, pues poco tiempo después se encontraron equivalentes figuraciones en la vecina Hoz del Côa portugués así como en otros situados, motivando con ello hacer una nueva y extraordinaria revisión del concepto sobre el arte paleolítico y su simbología. Durante tiempo se pensó que el arte rupestre se desarrollaba únicamente en el interior de las cuevas, creando con las pinturas rupestres lugares de especial simbolismo en lo más interno de las cavernas, generando verdaderos santuarios o lugares rituales. Con la aparición de estos grabados en las rocas de exterior, esta teoría se ha trastocado del todo, estando actualmente los arqueólogos-antropólogos desarrollando nuevas conjeturas que den credilidad y confianza a sus tesis. Este hecho sin duda ha convertido un arte de penumbra en el interior de las oquedades, en un arte de luz y vida hacia el exterior de sus hábitats.
Al recorrer los más de 1.300 mts. del espacio que ocupa el yacimiento en la orilla izquierda del río, donde se suceden los afloramientos rocosos formados por esquistos de pizarra, observamos como de forma mayoritaria se han utilizado los paramentos lisos y verticales para trasladar en ellos las imágenes que nuestros antepasados no han dejado como regalo.
Una excepcional concentración de grabados, donde podemos identificar decenas de equinos (caballos), uros (toros salvajes prehistóricos de hasta 2 mts. de altura), cabras, ciervos, bisontes, rinocerontes lanudos y hasta un cánido (posiblemente un lobo), poseyendo muchas de ellas señas añadidas de detalles fisiológicos como: ojos hocicos, bocas, crines, músculos e incluso pelaje, lo que nos traslada el conocimiento sobre el animal en cuestión, y la forma de trasladarlo a imagen que tenía el autor del grabado. Fauna que habito estos territorios por aquellas épocas y que en algunos casos se extinguieron hace miles de años. Aparte de las representaciones animales que podrían tener un significado relativo con la caza, aparecen también formas abstractas no figurativas y signos esquemáticos, cuya simbología se escapa a nuestras entendederas. Los distintos motivos que podemos observar trazados en las rocas, se sitúan en grupos de entre dos y seis figuras de tamaños medio, aunque también se encuentran representaciones aisladas en pequeñas rocas sueltas.
Las técnicas usadas por estos pobladores eran muy simples, teniéndose casi la certeza de que primeramente se bosquejaban sobre las rocas las distintas ilustraciones, para después remarcar a modo de grabación su tallado en la piedra. Las distintas figuras se fueron realizando por los métodos de: piqueteado de contorno, incisión y abrasión, siendo la primera de ellas la que más predomina. Para realizar esta, golpeaban sobre la pizarra con un objeto duro y afilado hasta dejar toscamente perfilado a base de puntos el contorno de la figura representada. La incisión o grabado fino se observa en menor medida y posiblemente se realizara en periodos posteriores, siendo su realización más refinada cual si fuera un dibujo a lápiz sobre papel, aunque para poder observar estos últimos, tengamos que pones más atención y un acercamiento al sujeto más sustancial. Por último la abrasión o rallado se utilizó para crear volúmenes o simular la cubrición de los cuerpos con pelamen. En cualquiera de los casos, la precisión de los grabados nos ha dejado imágenes prácticamente reales y de una gran plasticidad, teniendo una enorme sutileza y una asombrosa precisión. Legado que ha podido llegar prácticamente intacto hasta nuestros días, gracias a su dificultosa percepción y su tardío descubrimiento.
Ya he comentado que las representaciones existentes en cada roca pueden ser plurales o encontrarse en soledad, también pueden intentar representar movimiento o encontrarse estáticas, pero se nos escapa todavía un significado "claro" de estas expresiones plásticas, existiendo varias teorías aportadas por diferentes expertos e investigadores sobre el simbolismo y la expresión de este arte rupestre. Algunas texis plantean rituales mágicos para favorecer sus capturas en la caza, otras se refieren a marcar territorio con respecto a otras tribus o grupos humanos ajenos. Hay quienes defienden cultos a la fecundidad, y otros nos aportan teorías sobre el totemismo o incluso el chamanismo. Los que menos se comen la cabeza nos trasladan que son expresiones que se desarrollan en base al arte por el arte………. pura forma de expresarse de nuestros progenies.
Lo que podemos apreciar en Siega Verde, no es algo señero, exclusivo o casual que solo podamos apreciar en este lugar, es una forma de expresión del ser humano que vivió es estos lugares, dejando su impronta sobre las rocas hace decenas de miles de años. Que por motivos aun sin descubrir se desarrollan más en unas zonas que en otras, pudiendo encontrar no muy alejados del las riveras de Águeda, el yacimiento hermano del portugués Valle del río Côa, del que apenas les separa 15 kilómetros. O el también, en este caso "primo" del Arroyo de las Almas, ya casi en la desembocadura del río Águeda al Duero, en la carretera que desciende desde La Fregeneda hasta el muelle fluvial de Vega Terrón. Cursos fluviales por los que discurrían las rutas o periplos humanos en los pasados tiempos del paleolítico.
El recorrido para poder visitar Siega Verde es siempre guiado, pudiéndose realizar dos tipos de itinerario: uno breve en el que se recorren 5 paneles solamente, o la ruta completa donde se exploran los 14 paneles de rocas visitables, mediante un circuito que dura entre 1,30 y 2 horas. Además durante el tiempo estival se realizan visitas nocturnas, donde la observación de los distintos caracteres de las representaciones son sorprendentes antes las luces artificiales proyectadas sobre ellos. Si podemos elegir horario, es aconsejable la vista mañanera, siendo durante esta parte del día cuando la luz del sol ilumina mejor los grabados.
Considerado como el conjunto de grabados paleolíticos al aire libre más significativo de Castilla y León y el más importante del territorio hispano, el yacimiento arqueológico de Siega Verde fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Castilla y León en1998, formando parte del Itinerario Cultural del Consejo de Europa "Caminos de Arte Rupestre Prehistórico". Y aunque la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad en el año 2010, la administración autonómica no le ha sabido dar la relevancia que tiene, estando a años luz de la promoción, estudio e investigaciones que nuestros vecinos lusos están desarrollando en el Valle del Côa, esperemos que con estos movimientos de la "España Vaciada"…………… la cosa cambie.
Durante los años 1990 y 1991 se realizaron sendas pesquisas para la búsqueda de nuevos grabados en el entorno de Siega Verde, llegando hasta el Puente de los Franceses en Puerto Seguro, 25 km. aguas abajo del río Águeda. Y aprovechando que "el Pisuerga pasa por Valladolid, el Tormes por Salamanca y el Duero por Soria", no quiero desaprovechar esta reseña, para dejar constancia de una infraestructura que pasa desapercibida (como tantas otras veces) en nuestro entorno, pero que a mi "corto entender" ha sido de bastante importancia para la zona, por lo menos así lo entendieron los romanos. Y aunque se salga del tema del "arte rupestre", quiero hacer referencia de la existencia del antes mencionado "Puente de los Franceses" aunque antaño se le apodara como "Puente de Barba del Puerco", llevando en insigne y antiguo nombre de la cercana población situada a poniente.
De origen romano; al igual que la calzada que lo cruza y conocida como la de "El Abadengo" (tierras bajo la jurisdicción de un abad, en este caso pertenecientes a la Orden del Temple); el puente se sitúa en un paraje de excepcional rudeza y hermosura, en medio de las vertiginosas pendientes que forman las "Arribes del Águeda" entre San Felices de Gallegos y el rebautizado (en 1916) como Puerto Seguro. Esta ruta que en su día fue una incuestionable vía de conexión entre estas tierras iberas del poniente, desde los tiempos del "Imperio" latino, siguieron siendo de trascendental importancia durante el mediebo y hasta la entrada del siglo XIX, toda vez que era el único paso construido sobre el rio entre Ciudad Rodrigo y la desembocadura del Águeda en el Duero, transitando por él las vías y rutas que recorrían de este a oeste y vuelta.
El puente en cuestión, sirvió para que los "gabachos" al mando de Napoleón pudieran salvar su pellejo durante nuestra mal llamada "Guerra de la Independencia", al tener que huir de la portuguesa y fronteriza población de "Almeida" (sin Martínez), al ser vencidos por las tropas inglesas al mando de Wellington, batiéndose en retirada hasta la población de San Felices de los Gallegos. Siendo durante estos escarceos bélicos de comienzos del siglo XIX, cuando parte del puente fue dinamitado a comienzo de la primavera de 1812. Reconstruido en 1844 y recompuesto en 1906 tras una fuerte crecida del río, hoy por entre sus pretiles solo transitan intrépidos viajeros e incansables senderistas, que se atreven a descender hasta él para disfrutar de la magia que este lugar casi olvidado del mundo desprende.
Fue también Lord Wellington, quien ante la falta de puentes para cruzar el Águeda, durante la contienda contra los franceses en tierras hispanas, tuvo que ingeniarse un puente provisional de "caballetes" para hacer pasar su artillería y llegar a la sitiada Ciudad Rodrigo. Lo montó en el "Vado de Flores", entre las aldeas de Gallegos de Argañan y Saelices el Chico, estando formado por 32 de estos soportes de tijera, llegando a alcanzar una longitud de 160 varas (unos 134 mts). Este improvisado cruce se situó 8 km. rio arriba de Siega Verde, con lo que imaginamos que el insigne militar ingles no llegó a descubrir los grabados rupestres de sus rocas, perdiéndose la oportunidad de su admiración, sin embargo sí que pudo recuperar la Ciudad de Rodrigo a los franceses.
Aquí os he propuesto una curiosa, diferente y bonita excursión que se puede completar con la visita de la ciudad de Salamanca, la urbe de Ciudad Rodrigo y algunos perdidos lugares por la siempre interesante "Raya Portuguesa"…………….. ya me contareis.
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