lunes, 26 de octubre de 2020

- Valonsadero (Soria), a los 100 años del descubrimiento de sus pinturas rupestres

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Es durante estas épocas otoñales cuando suelo dedicar mi tiempo de asueto a visitar otras latitudes y hasta otros hemisferios, como tenía previsto hacer este maldito y bisiesto año, pero las condiciones de la situación planetaria provocadas por el maligno virus, me han hecho retenerme en las ásperas tierras sorianas. Tierras que no por ser más cercanas no les falta esa magia si se la sabe uno buscar, y hasta tienen su grado de exotismo si se le sabe encontrar. Un lugar de intensas sensaciones cuando en los primeros y frescos días de otoño, con la vuelta de sus bulliciosos y oriundos madrileños (y de otros lugares de la geografía patria, que no todas las maldades vienen de la orilla del Manzanares) al redil capitalino, recuperan sus poblaciones el bien ganado titulo de la "España vaciada". 

Por lo anteriormente plasmado en letra, me he dedicado a recorrer en esos días de cielos medio gris medio soleados algunos lugares mágicos de la Soria olvidada. Dedicándole este capítulo a la dehesa boyal del Monte de Valonsadero. Donde a la mitad del pasado siglo, no se imaginaban los sorianos de fina estirpe que ellos no fueron los que iniciaron el culto al toro a través de sus fiestas, siendo en el año 1951, cuando se dio a conocer el descubrimiento de las primeras pinturas rupestres en la dehesa soriana. Lugar donde podremos apreciar imágenes de estos míticos y cornudos animales perfilados en las paredes de sus apriscos, ejecutados en la noche de los tiempos por los pastores que hace casi 5000 años pacían sus ganados por estos pastos de las proximidades del Duero. 

Aun cuando se da por buena la fecha de mediados del siglo pasado de su hallazgo, fue alrededor de 1920 cuando un niño de unos 12 años llamado Bruno Orden Tierno las descubrió, comentándoselo décadas más tarde (ya convertido en Maestro de Escuela y conocedor de su importancia) a unos de los responsables arqueológicos de Soria, Teogenes Ortego Frías, quien las dio a conocer a través del periódico "Campo Soriano"………. prensa que recuerdo perfectamente leía mi abuelo. Por lo tanto se cumplen ahora 100 años de su descubrimiento, sin que la "España Vaciada" haya hecho ningún reconocimiento a este importante hallazgo. Esperemos que cuando termine la "pandemia" algún responsable se acuerde de ello y nos sorprenda con algún acto o publicación, o por lo menos revisar los paneles informativos de cada abrigo, que están de pena, durando mas unas pinturas en roca de miles de años que unas informaciones en metal pintadas hace escasamente algunas primeveras. 

Apenas algo más de 7 km. separan la entrada al Monte del Valonsadero de la Plaza Mayor de Soria o los casi 10 que distancian los corrales de Cañada Honda del Coso taurino soriano, y que todos los años (menos este) son recorridos por los astados en "Jueves La Saca" como primer día de fiestas. Conmemorando el comienzo del "solsticio de verano" y celebrando la recogida de las cosechas, pero que traducido de lo pagano al católico santoral le corresponde la festividad de San Juan Bautista y de la Madre de Dios. Siendo ese señalado jueves cuando empieza el jolgorio y la parte más "gentil" de las fiestas de la capital más oriental de la vieja Castilla. Pero lo que hoy quiero trasmitir mediante estas letras es la extraordinaria representación de arte rupestre en las mismas puertas de Soria y no del toro y sus aconteceres durante los eventos sanjuaneros. 


Pasearemos por los roquedos que poseen uno de los núcleos más importantes de arte rupestre de toda Europa. Donde nos encontramos un singular y único museo al aire libre con originales y enigmáticas pinturas, que aun no siendo comparables a la calidad y cromatismo de las de Altamira o Lascaux (en la Dordoña francesa), sí que tienen una notable categoría por el volumen de motivos en ellas reflejados, como así mismo el importante número de apriscos encontrados con figuras, que en la actualidad asciende a 35 localizaciones solamente en las 2800 hectáreas del Monte de Valonsadero, un lugar algo mayor que la Casa de Campo madrileña (concentrándose las pinturas en un área que no supera las 600 ha), ampliándose hasta 42 localizaciones con las que se han descubierto en sus alrededores: Pedrajas, Oteruelos y Fuentetoba. Sirva de comparación: que las Hoces del Duratón, en la vecina Segovia, con prácticamente el doble de extensión y un recorrido fluvial de 33 kilómetros, apenas se encuentran treinta abrigos con gráficos rupestres. La provincia de Cantabria, uno de los lugares más emblemáticos de nuestra piel de toro en este tipo de representaciones, cuenta con 41 cuevas de arte rupestre de las que únicamente seis admiten visitas. Solamente se le aproxima el Valle de las Batuecas (norte de Cáceres), que con una extensión de 2.800 hectáreas tiene 31 localizaciones entre sus roquedos. 

Situadas en covachas o abrigos al aire libre aunque algo resguardados, ubicadas en lugares destacados y prominentes que fueran visibles a cierta distancia, estas representaciones pictóricas se hallan generalmente orientadas sobre la ribera de algún río o arrollo. La antigüedad de estas expresiones del arte prehistórico se desarrolló desde el Neolítico Final hasta la Edad del Hierro, o lo que es lo mismo desde los 3000 - 2500 a. C. hasta los 1000 años a. C. con lo que se les calcula una antigüedad de no menos que 5000 años. 

En las alrededor de 350 figuraciones que se calcula existen en Valonsadero, su cromatismo esta únicamente representado por el color rojizo del oxido de hierro como elemento fundamental, componente de fácil obtención en su entorno natural, pues las rocas de sus alrededores son ricas en este material, que unido a las grasas animales como sustento componían sus pinturas. Estos arcaicos artistas pintaban con los dedos o usando pequeños y afilados punzones de madera para las trazas más finas. Oscilando el tamaño medio de las figuras entre los 15 y los 20 cm. 




Escenas de pastoreo, caza o recolección agrícola y otras de tipo religioso o adoratorio, con cultos al sol u otros astros, como asimismo escenas funerarias, incluso una de iniciación sexual, componen su grafismo. También representaciones de toros, haciendo culto (como he mencionado antes) a este ibero animal, como además escenas en las que se representan a otros animales cuadrúpedos, y sobre todo la abundancia de formas antropomorfas y abstractas. En resumen, conforman un panel o pizarra donde nuestros ancestros sorianos plasmaron y dejaron como herencia para nosotros el como era su cotidianidad, su modo de vida, sus creencias y hasta posiblemente sus miedos y temores. 

Para apreciar el encanto y la plasticidad de este Louvre soriano se pueden realizar dos recorridos: Cañada Honda y la ribera del río Pedrajas, de unos 4 km. cada uno, pero que se pueden unir, ampliar o disminuir dependiendo de las posibilidades o necesidades de cada uno. 

El primero trascurre entre prados y recios robles, recorriendo las señales de un circuito diseñado para observar 11 de los más de treinta apriscos con pinturas, conformando un itinerario bastante representativo de lo que se expone en todo Valonsadero, teniendo la posibilidad de poderla alargar todo lo que queramos hacia otros situados no integrados en la ruta. En el aprisco nº 2 "El Covachón del Puntal", podemos observar, en pequeño y casi en la mitad del panel arriba a la derecha, una de las representaciones mas enigmáticas de toda la zona. Un astado toro visto de perfil, al que un personaje parece asirle por su cornamenta. Bien protegido de las inclemencias atmosféricas por su situación el abrigo nº 4 "El Mirador", puede que sea el más completo y vistoso de todo el recorrido, tanto por el numero y volumen de sus dibujos como por el mantenimiento del cromatismo que los mismos han trasladado hasta nuestros días, recordemos que estas pinturas llevan alrededor de 5000 años a la intemperie. En el "Covacho del Morro" situado nº 7, se desarrollan las figuras más enigmáticas de toda la zona, pudiendo observar, entre escenas realistas de pastoreo y vida cotidiana, abstractos dibujos asemejando fuegos artificiales o estrellas fugaces que podrían representar algún tipo de ancestral rito social o religioso. La siguiente parada numerada como 8 se corresponde con el "Peñón del Majuelos" donde podemos ver la cotidianidad diaria de la vida de estos pastores desde al alba hasta el anochecer, representados por el Sol y la luna entre escenas de pastoreo y cultivo agrícola. Llegados a los tres últimos roquedos denominados Los Peñascales I, II y III, encontramos las máximas representaciones y alegorías al ser humano, elemento que de forma singular predomina sobre los demás dibujos y que en estos apriscos prácticamente se convierte en protagonista único. Destacando en el panel II, una escena de iniciación sexual de una dama adulta en medio de una docena de noveles doncellas. 




El segundo paseo recorre la bucólica margen derecha del río Pedrajas hasta el Puente del Canto, o incluso más allá, hasta la Fuente del Oro y la Casa de la Ciudad, visitando durante el recorrido los tres apriscos que forman el conjunto de La Cuerda del Torilejo y Los Isaces así con los dos que se encuentran en el "Barranco de Valdecaballos". Retornando por la orilla izquierda pudiendo visitar durante el retorno las cuatro cavidades con pinturas que conforman el grupo de "Las Cocinillas". Nada mejor para completar una jornada en plena naturaleza, con interesantes y sugerentes componentes artísticos e históricos, que acercarnos hasta la "Casa del Guarda" a la hora en que el estomago nos reclama su atención, para resarcirnos a través de unos huevos fritos con patatas, acompañados por jamón, chorizo o lomo de orza, y si queremos completar con un estofado de judías blancas o unos torreznos que junto con los de la "Venta de la Nueva", se me antojan de los mejores de estas tierras frías y austeras. 





Mi reconocimiento desde estas letras a Juan Antonio Gómez Barrera, por la labor de investigación llevada a cavo en este y otros lugares, sabiéndonos trasladar las historias de nuestros ancestros.


También quiero reconocer el trabajo que realiza Esther Moreno, (a la que espero conocer en mis próximas visitas a este monte en cuanto me dejen moverme un poco, al estar confinado por esta dichosa pandemia), cuidadora e investigadora de este museo al aire libre. Quien a primeros de septiembre de 2020, apenas unos antes de la publicación de este articulo, encontró el ultimo de los roquedos con pinturas en el Monte de Valonsadero -el Abrigo de las Manos-, elemento este "las manos" que faltaba en el catalogo del enclave soriano.

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