Situadas unos 1.000 km. (600 millas náuticas) al poniente de
las costas de Ecuador, país al que pertenecen, la ubicación geográfica de las
islas Galápagos las coloca en plena línea ecuatorial: a los 1º 40’ latitud
norte y 1º 36’ latitud sur, y entre los 89º 16’ y 92º 01’ de longitud oeste. De
origen volcánico y situadas sobre la placa tectónica de Nazca; que se desplaza
hacia el sureste a una velocidad aproximada de 7 cm. al año, hundiéndose
progresivamente en el mar; están compuestas por 13 islas mayores y más de 64
pequeñas o islotes.
Y como ha ocurrido en otros muchos e históricos sucesos, fueron los británicos los que a través de su muy notable científico Charles Darwin, su no menos notable publicación El origen de las especies, y la "notabilísima parafernalia" de influyente propaganda, quienes se hicieron eco de la existencia de estas curiosas islas.
Trasladados a la isla Santa Cruz, la más visitada y poblada de todo el archipiélago, pero para mí gusto ni mucho menos la más sugerente, contratamos los servicios de un taxi para realizar un circuito por sus lugares de interés en el interior de la isla: los hundidos de Los Gemelos, las enormes tortugas gigantes de Rancho el Chato y sus túneles de lava, la Reserva Ecológica Cerro Mesa (mirador de todo el noreste de la isla) y el cráter del colapso (hundido) situada en sus proximidades, o la Playa del Garrapatero delicia de los amantes del baño y el sol. Podemos dedicar una tarde en acercarnos caminando desde la población de Puerto Ayora a Tortuga Bay y Playa Brava, un paseo que no nos dejará indiferentes. Desde esta animada localidad nos deberemos acercar, también caminando, hasta la Estación Científica Charles Darwin, un lugar donde podremos informarnos de los sistemas de conservación de las distintas especias que habitan estas tierras y sus aguas. Y para tomar algo o cenar debemos ir a los kioscos de la calle Charles Binford cuyas terrazas ocupan toda la vía, en donde preparan pescados y mariscos a la brasa.
Emergieron del Océano Pacífico hace unos cinco millones de
años, estando su antigüedad entre los 4 millones de la isla Española, la
más añeja del archipiélago, hasta la más reciente, Fernandina que
cuenta con tan sólo 300 mil. Su proceso evolutivo y los cambios climáticos las
han convertido en uno de los más insólitos lugares de la Tierra, en algunos
casos se diría que se asemejan más a un paisaje lunar, que a un panorama
terrestre. Un tercio de su vegetación, el 90% en los reptiles, el 80% de los
mamíferos y el 20% de los peces son endémicos de estos territorios.
Perdidas por millones de años en medio del océano Pacifico
y sin ser pisadas por ningún humano antes, las islas Galápagos fueron
descubiertas por un personaje de la hispania interior (lo que ahora conocemos
como la España vaciada), un mesetario soriano. Fray Tomás de Berlanga (de
Berlanga de Duero), que por aquel entonces siglo XVI y en tiempos de Carlos I
fuera obispo de Panamá. Habiéndosele pasado por la cabeza y haciendo algunos
proyectos sobre la realización, en aquellos tiempos, de la conexión del océano
Atlántico y el Pacifico por el istmo de este país, pero que hubo de dejarse
para casi cuatro siglos después por falta de financiación, y que fueran los
U.S.A. del norte los que lo realizaran en 1914.
Comandado por el emperador del Sacro Imperio, el clericó soriano parte en l535
de Panamá hacia Lima, con la instancia de mediar en las disputas que sostenían
Francisco Pizarro y Diego de Almagro sobre las lindes de los respectivos
territorios que gobernaban. Durante la travesía una calma chicha y las fuertes
corrientes marinas le desviaron de su ruta, llevándole hasta un archipiélago que
fray Tomás denominaría como Islas Galápagos, por la cantidad de
grandes quelonios que habitaban dichas ínsulas. Siendo comunicado su descubrimiento
al monarca Carlos I de España, desde la ciudad, hoy ecuatoriana, de Portoviejo.
Al regresar a su pueblo natal en tierras castellanas, trajo
consigo un caimán disecado procedente de Panamá, que puede observarse nada más
acceder a la Colegiata de Santa María del Mercado de Berlanga. Siendo gracias a él que en nuestra alimentación exista, la patata, el tomate y el perejil, que los trajo de las tierras americanas hasta la vieja Europa.
No fue sino varios años después, cuando el capitán español Diego de Rivadeneira denominó a
esas islas “Encantadas”, bajo la apariencia de que con
niebla flotaban sobre la superficie del mar. Esto acaeció en 1546 al
perder su rumbo y llegar hasta estas islas de las que cuenta hasta 12, incluso
observa una erupción volcánica.
Fue en 1574 cuando el cartógrafo flamenco Abraham Ortelius fijo finalmente el nombre de Galápagos (Insulae de los Galopegos "Islas de las
Tortugas"), en el atlas terráqueo que realizó.
Su aridez y escasa importancia
agrícola y productiva, hizo que se convirtieran en tierra de nadie, donde
instalaron su refugio piratas y bucaneros (fundamentalmente ingleses). Sirviéndoles
de “despensa” y lugar de aprovisionamiento, abasteciéndo sus bodegas con las
grandes tortugas que en gran cantidad poblaban las islas, que al poder vivir
largos periodos sin comer ni beber, eran llevadas vivas en los barcos para ser
suministro de carne frescas durante largas travesías. Richard Hawkins, capitán
de uno galeones del pirata Francis Drake, según la leyenda fue el primer
corsario que visitó las islas en 1593.
En 1684 estuvo por allí William
Dampier, el famoso “pirata ilustrado”, pues tenía la faceta de corsario y la de
investigador, pero esto último lo usaba en beneficio económico, ya que la
ciencia la usaba como generador de utilidad crematística. Realizó un mapa
bastante detallado de las islas, pero como es costumbre en los sajones
británicos les puso nombres inglesas a todas las islas, apelativos que
afortunadamente no se han mantenido con el paso del tiempo.
En años posteriores la piratería comenzó a disminuir, pero
una nueva y lucrativa actividad comenzaba a adquirir interés por estas
latitudes, la captura de los grandes cetáceos, dando paso los bucaneros a los
balleneros. Durante el siglo XVIII la demanda de aceite de ballenas iba en
aumento y la de oro español en descenso, por lo que barcos balleneros americanos
(del norte) e ingleses comenzaron a indagar las posibilidades del océano
Pacífico en la caza de ballenas, ya que la población de estos enormes mamíferos
marinos se redujera en el Atlántico. Siendo enviado el capitán inglés James
Colnett a estas latitudes durante 1793, para estudiar las posibilidades de esta
lucrativa industria. De lo cual Colnett elaboró un mapa que puso en alerta a
los balleneros para que se acercaran hasta estas aguas, aumentando de forma
exponencial la caza de ballenas durante más de un siglo en estas islas. Esto
implicó que hubiese grandes pérdidas en la población de ballenas de la zona, y
que los leones marinos estuviesen cerca de la extinción. El número de
tortugas también disminuyó drásticamente por estas fechas.
Según datos extraídos de los cuadernos de bitácora de las
naves balleneras, entre 1811 y 1844, se apresaron más 15.000 tortugas de
las islas para ser usadas como alimento.
Aislado, apartado de las rutas marinas y sin apenas interés
comercial, no se comenzó a colonizar hasta el siglo XIX, si bien ya en el siglo
XVIII se iniciaron a estudiar la creación de asentamientos en sus costas. El gobierno
ecuatoriano reclamó su soberanía en 1832 sin tener ningún problema para conseguirla,
siendo oficialmente su nombre "Archipiélago Colón". Fue declarado como Parque Nacional
en 1959, entrando en las lista de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1978.
Este conjunto de isla e islotes resultaría ser un filón
para los naturalistas, siendo, a finales del siglo XVIII y los primeros de
pasar por ellas con fines científicos, los miembros de la expedición española "Malaspina"
dirigida por Alejandro Malaspina, que durante cinco años, cruzaron el Atlántico
y recorrieron el Pacifico de cabo a rabo, con el proyecto de ampliar el
conocimiento sobre las particulares geológicas, botánicas, fauna, clima,
culturas y costumbres de los territorios de la corona española por el mundo. A bordo iban algunos de los mejores científicos y naturalistas,
dibujantes y cronistas de aquellos años. Habiendo acumulado durante su periplo una valiosa información a través de la recogida de muestras
de especies vegetales, minerales y fauna. Con datos sobre numerosas
observaciones científicas y astronómicas, trazándose así mismo nuevas cartas
náuticas, culminándose un proyecto científico de gran altura. Sin embargo,
los registros de la expedición nunca llegaron a ser publicados, por los
avatares políticos de nuestro país.
Y como ha ocurrido en otros muchos e históricos sucesos, fueron los británicos los que a través de su muy notable científico Charles Darwin, su no menos notable publicación El origen de las especies, y la "notabilísima parafernalia" de influyente propaganda, quienes se hicieron eco de la existencia de estas curiosas islas.
A bordo del bergantín Beagle, Charles Darwin
paso casi cinco años de su vida (entre diciembre de 1831 octubre de 1836), pero apenas cinco semanas durante 1835 en las Islas
Galápagos, tiempo que le fue suficiente para con sus observaciones, así como sacar
las conclusiones que le llevarían medio siglo después a publicar su afamada
obra sobre la evolución de las especies y la teoría de la selección natural.
Sobre estas islas anotó que "el archipiélago es único" con
"especies de animales que no existen en otro lugar". Hoy el
científico inglés forma parte indisociable con estas islas, llevando una de
ellas su propio nombre, la más lejana y septentrional de todas.
Aun con una importancia sustancial en
cuanto a la vida natural que en ellas se desarrolla por la calidad, diversidad
y singularidad de la fauna existente, no son la maravilla que se vende a través
de la propaganda viajera. Nunca es comparable un lugar a otro, cada uno tiene
sus cualidades y para gustos se hicieron los colores los cuadros
abstractos, pero creo haber conocido islas mucho más hermosas e interesantes
paisajísticamente, mismamente nuestras cercanas Canarias, además con unos
panoramas volcánicos muchos más sugerentes y grandiosos. Además son un destino
caro, bastante caro para bolsillos que no sean los de yanquis adinerados, ya
que los precios están entre el doble o el triple que en el continente, y las
excursiones que merecen la pena (única manera de poder conocer en verdad estos
territorios) están entre los 150 y 220 $ USA por persona y día, si bien las hay
de menos importe pero a lugares más próximos y con menos atracción.
Centramos nuestra actividad en visitar las tres islas más
importantes de las cuatro habitadas: Isabela, Santa Cruz y San Cristóbal. En la
primera de ellas Isabela, la más grande de todo el archipiélago, ascendemos al
cráter de Sierra Negra llegando hasta poder divisar el Volcán Chico y sus
últimas erupciones de 1963 y 1979. La caldera de Sierra
Negra tiene 11 Km. de diámetro, siendo la segunda más grande del mundo después
del
Tgorontgoro en Tanzania. Navegando por la costa sur nos acercamos hasta el
lugar conocido como "Los Túneles", donde las lavas de pasadas
erupciones han llegado hasta el mar formando caprichosos puentes por encima de
sus aguas. Es aquí donde pudimos observar por primera vez una importante
colonia de piqueros de patas azules, esas originales y confiadas aves, que
llaman la atención por el intenso tono celeste de sus zancas. En los islotes de
"Tintoreras" pudimos ver gran cantidad de iguanas grises y lobos
marinos, así como en una grieta marina un montón de "tintoreras"
(pequeños tiburones). También podemos acercarnos a pie o en bici al denominado "Muro
de las Lagrimas·", para observar lo que queda de un antigua tapia, que como
castigo a trabajos forzados se les ordenó construir a los presos de una cárcel
existente en la isla. Debo reseñar que en su
capital, Puerto Villamil, se puede encontrar buenos lugares para poder tomar
algo: empanadillas de camarón en Brisas del Mar, ubicado en el malecón, pero
sobre todo las langostas y la parrillada mista a la brasa de La Casa del Asado
de Aníbal García, un lugar autentico y afable.Trasladados a la isla Santa Cruz, la más visitada y poblada de todo el archipiélago, pero para mí gusto ni mucho menos la más sugerente, contratamos los servicios de un taxi para realizar un circuito por sus lugares de interés en el interior de la isla: los hundidos de Los Gemelos, las enormes tortugas gigantes de Rancho el Chato y sus túneles de lava, la Reserva Ecológica Cerro Mesa (mirador de todo el noreste de la isla) y el cráter del colapso (hundido) situada en sus proximidades, o la Playa del Garrapatero delicia de los amantes del baño y el sol. Podemos dedicar una tarde en acercarnos caminando desde la población de Puerto Ayora a Tortuga Bay y Playa Brava, un paseo que no nos dejará indiferentes. Desde esta animada localidad nos deberemos acercar, también caminando, hasta la Estación Científica Charles Darwin, un lugar donde podremos informarnos de los sistemas de conservación de las distintas especias que habitan estas tierras y sus aguas. Y para tomar algo o cenar debemos ir a los kioscos de la calle Charles Binford cuyas terrazas ocupan toda la vía, en donde preparan pescados y mariscos a la brasa.
Sería imperdonable si desde aquí, no realizáramos la
excursión de día completo a la pequeña Isla Bartolomé, sin duda una
de las mejores (y caras) rutas de todo el archipiélago. Pasando por las Islas
Daphne Menor y Mayor, esa última es prácticamente toda ella un perfecto cono volcánico,
sirviendo sus verticales acantilados como un hervidero de vida natural. La isla
Bartolomé es un volcán extinto y posee una variedad de suelos
rojos, naranjas, verdes, ocres y negros, con brillantes formaciones volcánicas.
En su centro se sitúa un cono volcánico de 115 m. de altura que es fácil de
ascender subiendo los casi 400 escalones hasta su cima, ofreciendo excelentes
vistas de las otras islas. Observando desde la altitud el pináculo de Playa Dorada "Pinnacle
Rock" y el Istmo formado por dos
hermosas playas en forma de media luna, complemento de una de las imágenes
emblemáticas de todo el archipiélago.
Antes de regresar, hacemos una última parada en la Bahía
Sullivan de la cercana isla Santiago, donde podemos observar unos sorprendentes
mares de lava negra, formados por la erupción volcánica en 1903. Excelente
muestra de formas y matices, en discordancia con lavas de otras tipologías más antiguas,
generando un paisaje en verdad impresionante, contrastando los tonos oscuros de
las masas volcánicas con los azules transparentes de las aguas marinas.
La última de las islas visitadas es San Cristóbal, bien
elegida para postre por ser agradable su tránsito. De nuevo nos servimos de un
agradable taxista para recorrer los lugares de su interior: Galapaguera del
Cerro Colorado observando sus interesantes tortugas gigantes, Puerto Chino con su vecindario de leones marinos y los endémicos
pelicanos pardos, ascender hasta la laguna El Junco entre la
niebla, uno de los poco lugares con agua dulce de todo el complejo insular de
Galápagos, así como caminar por las
arenas de playa La Lobería, entre
iguanas y leones marinos, al otro lado del aeropuerto. La ruta por la costa occidental
visitando Cerro Brujo y atravesando su cueva en la pequeña embarcación, llegando
a Puerto Bravo lugar en el que se realiza una caminata por el campo de lava, para
posteriormente ir a Puerto Grande a comer, dejando para el final la visita al impresionante
roquedo marino del León Dormido, donde poder hacer snorkel entre sus
verticales paredes de150 m. compartiendo las aguas con bancos de sardinas y tiburones,
se convierte uno de los tour mas recomendados de esta isla.
Interesantes es desplazarse (dos
horas de navegación) hasta la isla Española, la más antigua y meridional de
todas las que forman el archipiélago de las Galápagos, con unos 14 millones de
años de existencia. Aquí podemos realizar una pequeña caminata en Punta Suarez
hasta llegar a los "soplados", durante el recorrido
podremos observar una abundante fauna: albatros, iguanas rojas, leones marinos, cormoranes, gavilanes, gaviotas, también pinzones de pata azul entre otros.
podremos observar una abundante fauna: albatros, iguanas rojas, leones marinos, cormoranes, gavilanes, gaviotas, también pinzones de pata azul entre otros.
Un territorio lleno de vida, con una
naturaleza como no hay en otro lugar del planeta, un lugar que hizo reflexionar
a mentes abiertas sobre la evolución de las especies………….. entre ellas el ser
humano. Un enigmático mundo que se fue formando a través de miles y miles de
años sin que la mano humana interviniera es su desarrollo y que ahora debemos
cuidar y conservar.
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