Estamos en el año 521 anterior al nacimiento de Cristo,
Darío I el Grande, de una forma "no convencional" (despojando del
trono al usurpador del legítimo rey), se ha hecho con el poder de toda Persia. Alcanzando,
durante los 35 años de su mandato, el Imperio Persa su máximo esplendor. Territorio
que se extendía desde Tracia (Bósforo) y Grecia, hasta el río Indo, incluyendo
Egipto y Libia, así como Siria, la Tierra de Israel, Uzbekistán y el Cáucaso.
Una vez sofocados los escarceos y rebeliones posteriores a
su llegada al trono, a los nueve años de su reinado opta por consolidar su corte.
Tomando en el año 512 a.C. la decisión de crear en las proximidades de la
confluencia del río Pulwar con el rio Kur, una gran urbe palaciega que sirviera
de capital ceremonial (que no política) del imperio. Esa ciudad seria Persépolis, eligiendo este emplazamiento por ser el centro
geográfico del vasto imperio aqueménida al que pertenecía. Aparte de su ubicación, son dos las causas que le motivan
hacerlo: la primera mejorar su imagen, ya que su ascenso al poder ha sido un
tanto anómalo, la otra hacerse valer entre súbditos, que procedentes de
civilizaciones muy antiguas y cultas, consideraban a sus nuevos regidores como advenedizos
o barbaros. Para lo cual perfiló un lugar que pudiera competir en grandeza con
las Pirámides de Egipto o los Jardines Colgantes de Babilonia.
Darío diseña una metrópoli-capitalina únicamente protocolaria,
para impresionar con su fastuosidad a las delegaciones procedentes de las
provincias del imperio o de los estados vasallos, durante las recepciones que
en ella se realizaban. El complejo de
edificios donde se celebran las ceremonias está en una impresionante terraza
parcialmente cortada en una colina y en parte apoyada por muros. Esto hace visibles los monumentos de Persépolis
desde una gran distancia. Se diseña una doble escalera de entrada con peldaños muy bajos para facilitar el
acceso a la terraza por las comitivas que acompañan al rey a su regreso de una exitosa
campaña guerrera. Estos escalones
bajos consiguen que el avance sea necesariamente lento, acrecentando la
solemnidad del cortejo.
Opta como localización para su nueva ciudad la parte baja
de la formación rocosa del Kuh-e Ramat (Monte de la Misericordia), que se convierte
de esa forma en el emblema de la dinastía aqueménida. Hace erigir la terraza,
los palacios de Apadana y Tachara, las salas del Tesoro, así como las murallas.
Es difícil datar con precisión la construcción de cada uno de estos monumentos,
sirviendo como datación la proporcionada por las tablillas de arcilla
encontradas entre sus ruinas, que a modo de legajo testifican la existencia de la
labor constructiva.
La urbe engloba un formidable complejo palacial sobre una
monumental terraza que soporta los múltiples edificios. Y en contraste con
otras fastuosas edificaciones antiguas: romanas, griegas o egipcias, la
construcción de Persépolis no es ejecutada por esclavos, sino que en ella
trabaja mano de obra artesana procedente de todos los lugares del imperio:
Babilonia, Jonia o Egipto. Posee
un sistema defensivo formado por tres murallas, junto a las
que hubo de haber torres de vigilancia. Pese
a lo cual no es un reducto inexpugnable, confiando su regidor Darío, más en
el pánico y respeto que generaba en sus adversarios que a sus propias defensas.
Y es que los ejércitos persas fueron los dueños y amos de toda esta parte del
mundo durante más de dos siglos.
El proyecto de Darío es tan
ambicioso que no puede verlo acabado y tras su muerte prosigue la obra su hijo
Jerjes, que añade al complejo la Puerta de todas las Naciones, el
Hadish, un palacio para él, e incluso el Tripylon. Y aunque la importancia de
la gran capital persa va decayendo, se continúa edificando en ella, ya que sigue siendo vista como la cuna de la dinastía
Aqueménida, eligiendo ser enterrados muchos de sus reyes en las proximidades.
Jerjes I, consorte de la bíblica Ester, es el que
reconocemos por la película "300", en la cual se recrea la batalla de
Las Termopilas entre persas y griegos, acaecida en el
480 a. C. seis años después de la muerte de Darío. Su nieto Artajerjes I
continúa las construcciones, constatando que durante su mandado se encuentran
trabajando en Persépolis 1.149 artesanos. Prosiguiendo el desarrollo de Persépolis durante
doscientos años, hasta la conquista de Persia por parte de Alejandro Magno.
Lo que primeramente deslumbra a los embajadores y
dignatarios de otros países o gobernaturas que se allegan
hasta Persépolis, es la majestuosa y sublime puerta de acceso al recinto
palatino, la conocida como Puerta de Todas las Naciones.
Se trata de dos columnas delanteras y dos posteriores de 5.5 metros de altura,
decoradas con sendos y enormes toros o leones alados con torso humano
o "lamassu". Estos mitológicos y legendarios seres protectores,
colocados a los lados de las dos
entradas eran un tributo a los asirios y a Mesopotamia, la provincia más fértil
del imperio, y en las columnas ser pueden apreciar elementos con flores del
loto egipcias y espirales jónicas. En honor al monarca que mandó
edificar la puerta (Jerjes I), se dejó constancia a través de un grabado cincelado
en babilonio, antiguo persa y elamita, las principales lenguas del imperio por
aquel entonces.
Tras atravesar la monumental puerta, a nuestra derecha se
encuentra la Apadana o sala de audiencias. Palacio
edificado sobre-elevado, al que se accede a su interior por sendas escaleras
(norte y este) con frisos de bajorrelieves de muy buena confección. Donde se
pueden admirar hileras de emisarios de diferentes satrapías del imperio pagando
tributos al rey persa, así como representaciones de soldados persas en actitud guerrera.
Con una extensión de 12.000 m2 y 72 columnas
de 20 metros de alto, de las que el ejército de Alejandro Magno a su
paso por Persépolis, solo dejó una en pie. Gracias a los trabajos de
restauración se han podido reconstruir y erigir de nuevo 14 de ellas (en el
siglo XVI aun quedaban 40).
Los bajorrelieves esculpidos en las escalinatas y puertas
del palacio representan la diversidad de los pueblos que componían el imperio.
Las múltiples inscripciones reales en escritura cuneiforme están redactadas en
persa antiguo o babilonio. Están grabadas en lugares concretos para este fin,
especificándose en ellas qué monarcas decidieron la construcción de cada uno de
los edificios.
Otro de los edificios más
impresionantes de su tiempo es el Palacio de las 100 Columnas, dedicado a
residencia real. Con una altura de 20
metros y una longitud de 60 por lado, se estima que su interior permitía
recibir a unas 10.000 personas. Asentado sobre 36 columnas en 6 filas, de las que en la
actualidad solo se conservan 13, en las que
podemos apreciar unos curiosos capiteles de doble pròtomo (busto de toro, león o grifo) típicos de la
arquitectura aqueménida, en especial de Persépolis, y que podemos
observar esparcidos por muchos lugares de entre las ruinas.
El edificio conocido como Tripylon (tres puertas), se encuentra
también copiosamente decorado con bajorrelieves, dedicados fundamentalmente a
de hechos guerreros. En sus accesos, al igual que en la Apadana, se encuentran
elegantes escaleras con proliferación de relieves de muy buena realización.
La
enemistad Griego-Persa era por aquellos tiempos manifiesta, las dos potencias
de la época competían por el dominio de los territorios situados entre el Asia
occidental y el extremo meridional de Europa, unas veces con dominio persa, otras
con poderío griego. Como es el caso de la llegada al poder del
macedonio Alejandro Magno, quien emprendió una campaña contra los persas, decidido
a extender los confines de su reino. Llegando a Persépolis en el año 330 a. C,
quedó hechizando por el esplendor de la urbe y la suntuosidad de
sus
edificaciones. Tras dejar en ella parte de su tropa, prosiguió su cruzada por
tierras persas, pero un año después en el 331 a.C. regresó. Los anales
históricos no nos han dejado testimonio de la motivación del Gran Alejando,
pero el hecho es que tomó la decisión de arrasar la que fuera excelsa capital
del Imperio Persa. Pudo mandar incendiarla como represalia al anterior saqueo y
destrucción de Atenas por parte de los persas. Pudo de esta manera significar
el fin del poder persa y el inicio de un nuevo dominio. La historia nos ha
dejado esta incógnita, pero al parecer el mismo Alejandro se lamentó posteriormente
de esta decisión.
Tras el incendio muchos
de los edificios se vieron reducidos a escorias, en algunos casos llegando a
tener las cenizas un grosor de entre 30 y 40 ctm. Por si no
fuera poco, con la invasión musulmana del siglo VII, y con la proscripción
islámica de representar figuras humanas, algunos
de los relieves fueron destruidos. Completando el desaguisado los occidentales, quienes contribuyeron al saqueo de
gran parte de su patrimonio, encontrándose mucho de él expuesto en los grandes
museos europeos y americanos.
Hoy en día las ruinas de Persépolis tienen un valor histórico mucho más que vistoso, y aunque su nombre esté asociado al gran Imperio Persa, hay por la geografía mundial otros restos de antiguas ciudades capitalinas que las superan en seducción. Pero si que destacan los restos de esta antigua capital por los bajorrelieves tallados en las piedras de sus monumentales escaleras, verdaderas joyas del arte esculpido en piedra, que han quedado hasta nuestros días porque prácticamente han estado enterrados entre arenas y escombros.
Hoy en día las ruinas de Persépolis tienen un valor histórico mucho más que vistoso, y aunque su nombre esté asociado al gran Imperio Persa, hay por la geografía mundial otros restos de antiguas ciudades capitalinas que las superan en seducción. Pero si que destacan los restos de esta antigua capital por los bajorrelieves tallados en las piedras de sus monumentales escaleras, verdaderas joyas del arte esculpido en piedra, que han quedado hasta nuestros días porque prácticamente han estado enterrados entre arenas y escombros.
Aun
así, es evocador deambular por entre las pétreas ruinas de la antigua capital
del imperio persa. Y pese a todo, el
viajero no se sentirá del todo desilusionado, pudiendo recrearse del mayor
yacimiento arqueológico de todo Irán, que desde 1979 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Naqsh-e Rajab
A escasos 3 kilómetros de la ruinosa Persépolis, pasamos
justo al lado de un escondido y no muy grande conjunto de bajorrelieves de gran
valor, aunque de un período posterior a la antigua capital persa. Nos los
encontramos por desgracia, con los rostros de las principales figuras destruidos
por los árabes tras su
conquista del país, hecho que ya hemos visto repetido en cantidad de lugares no solo en Irán, la intransigencia religiosa produces estos estragos. En el yacimiento se pueden observar 4 grabados en roca en el que representan varias escenas históricas.
conquista del país, hecho que ya hemos visto repetido en cantidad de lugares no solo en Irán, la intransigencia religiosa produces estos estragos. En el yacimiento se pueden observar 4 grabados en roca en el que representan varias escenas históricas.
De este lugar se conoce perfectamente la datación, por los
personajes fundamentales cincelados en las rocas. En uno de ellos se localiza al
rey Sapor I (siglo III de nuestra era) sobre su caballo y tras él, posiblemente
su hijo y heredero Ormuz I. En
otro de los grabados se representa la proclamación del soberano Ardacher I, creador del
imperio sasánida y padre de Sapor I. Siendo este último quien también aparece
en otro bajorrelieve el día de su
investidura, en año 242. Habiéndose realizados estos trabajos muy poco
tiempo des pues de las ceremonias en ellos representadas.
Naqsh-e Rustam o el Valle de los Reyes Persas
Como
representando a una copia en miniatura de las Tumbas Reales de Petra, pero sin
que su modesta mesura le quite ningún ápice de merito y valía. Nos encontramos
a unos 12 km. al norte de Persépolis, un conjunto funerario con los mausoleos reales de los reyes más importantes del período aqueménida,
donde al parecer se encuentran las sepulturas de Darío I,
Jerjes I, Artajerjes I y Darío II.
La visión nada más llegar allí es ya impactante, ante nosotros, elevadas sobre una pequeña colina y talladas en las verticales paredes rocosas de Naqsh-e Rustam "el Retrato de Rostam" (Rostam para los sasánidas en un héroe mitológico Persa), se encuentran las impresionantes y monumentales tumbas de los más importantes soberanos Persas. Comenzado por Darío este colosal proyecto, en el quiso plasmar un mausoleo a la altura de su imperio y su prestigio, donde pudieran reposar sus restos y los de sus sucesores.
La visión nada más llegar allí es ya impactante, ante nosotros, elevadas sobre una pequeña colina y talladas en las verticales paredes rocosas de Naqsh-e Rustam "el Retrato de Rostam" (Rostam para los sasánidas en un héroe mitológico Persa), se encuentran las impresionantes y monumentales tumbas de los más importantes soberanos Persas. Comenzado por Darío este colosal proyecto, en el quiso plasmar un mausoleo a la altura de su imperio y su prestigio, donde pudieran reposar sus restos y los de sus sucesores.
Al pasear y recorrer por sus base estos espectaculares y titánicos
panteones nos sentimos pequeños, además la afluencia de gente no es muy grande,
al contrario, apenas una decena de personas estamos a estas horas por aquí, y
la visita de hace agradable y tranquila. Podemos acercarnos a observar los
bajorrelieves existentes por debajo de las tumbas, que se realizaron por parte
de las dinastías sasánidas 700 años después.
Además de ser la necrópolis más importante de los
emperadores persas, fue también un centro religioso de primer nivel. Frente a
la pared rocosa y separado de ella, se encuentra el cuadrado y perfectamente
conservado Ka'ba-i-Zartosht
"Cubo de Zoroastro", lugar donde se mantenía viva la llama del fuego
eterno, símbolo del zoroastrismo, la religión original persa.
Todas las tumbas poseen la misma estructura con una
peculiar forma de cruz, y se ubican elevadas a media altura de la pared para
que no fueran accesibles. Pero esto no impidió su saqueo por los ejércitos de Alejandro Magno tras el incendio
y destrucción de Persépolis.
El llegar hasta estas arcaicas tierras donde se asienta Persépolis y las tumbas de los soberanos persas, es un recorrido a los anales de las crónicas que han ocupado momentos de gran trascendencia en la pasada historia de la humanidad. Una sucesión de hechos y testimonios que han definido la evolución del mundo.
El llegar hasta estas arcaicas tierras donde se asienta Persépolis y las tumbas de los soberanos persas, es un recorrido a los anales de las crónicas que han ocupado momentos de gran trascendencia en la pasada historia de la humanidad. Una sucesión de hechos y testimonios que han definido la evolución del mundo.
Pasagarda
Situada a algo menos de 80 km. al noroeste de Persépolis se
ubica Pasagarda, primera capital del Imperio Persa creada por Ciro I el grande
sobre el 550 a. C. Su visita tiene un valor más simbólico que otra cosa, pues
de la antigua ciudad de los "aqueménidas" poco queda, solo la tumba
de Ciro tiene relevancia y es por ello que nos hemos llegado hasta aquí. Un
sarcófago con forma de templete y tabernáculo en piedra al que rodean un
conjunto de 6 escalones corridos. Fue también Alejandro Magno cuando llegó
hasta aquí, quien lo saqueó, habiendo encontrado en su interior un féretro de
oro, algunos ornamentos con piedras preciosas y una inscripción sobre el
monarca muerto, de lo cual no queda nada…………….. como en tantos y tantos otros
lugares.
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