La frontera, imaginaria línea que divide a España de Portugal, entre las provincias de Zamora (comarca de Sayago) y Salamanca (comarca de La Ribera) en el lado hispano y Tras os Montes en el lado luso, no es nada más que una planicie rajada a cuajo como una cuchillada, por la erosión del rio nacido en tierras sorianas, el Duero. Como nos cuenta Víctor Manuel Casas en su libro-guía sobre los Arribes del Duero, "primero llegó el granito, luego el agua y después, sin prisa, el tiempo", siendo el producto de esta mezcolanza las magníficas barrancas que pretenderemos visitar. Siendo el río su principal protagonista creando un entorno de caprichosa naturaleza, con sus profundos y encajonados barrancos en medio de inaccesibles farallones de granito. Pasear por estas tierras es como recorrer la costa cantábrica por sus acantilados, pero con el añadido de tener enfrente, a solo un centenar de metros, otra orilla casi idéntica, con la serena lámina de agua bajo nuestros pies.
Estas austeras y activas tierras del uno y otro lado de
"La Raya", como algunos lugareños la llaman, fueron pobladas desde
tiempos pretéritos que se pierden en la noche de los tempos. Habitada en una y
otra rivera los las tribus precelticas de "vettones" y "zoelas",
formaron posteriormente parte de la provincia Lusitana del Imperio Romano. En
el decaimiento de este y la posterior invasión morisca, estas tierras pronto
fueron reclamo de reconquista por parte cristiana, formando parte del reino de León,
y ya a finales del siglo XI y principios de XII, con la creación del reino de Portugal,
se estableció la frontera entre ambos feudos. Divisoria que pasa por ser una de
las más estables y antiguas del mundo, aunque por los avatares históricos ha
separado más que unido, siendo estos últimos años, ante la integración de
sendos países en la U.E. cuando los miedos y los resquemores se han ido
superando, siendo en la actualidad su problema, la despoblación.
Al no existir pasos terrestres por la inexistencia de
puentes entre ambas riberas, y estar las comarcas de uno y otro lado al margen
histórico de las principales vías de comunicación, los cruces de una a otra rivera
se realizaban en barcas, muchas de ellas propiedad del clero y otras de
municipios, que con relativa normalidad realizaban el trasporte de personas y
mercancías entre las dos orillas. Al margen de estas, existían otras embarcaciones
que operaban o traficaban ilegalmente realizando contrabando; en especial café,
sal, paños y tabaco; un fenómeno lógico de frontera, que por esta zona está
perfectamente documentado desde muy antiguas épocas, pero que sirvió para el
sustento económico de estas gentes.
En el paraje conocido como las Pajarancas, un poco antes de
su unión con el río Esla, comienzan los Arribes de Duero, concretamente en la
Presa del Porvenir de Zamora o de San Román, como también se la conoce, segunda
de las construidas en este país para el aprovechamiento eléctrico (1902).
Recibiendo su nombre por estar situada próxima a la zamorana población con el
apodo de este santo sirio de principios del siglo IV, al que le fue cortada la
lengua para que no predicase, pero hete aquí que por cabezonería frente a los
romanos consiguió seguir haciéndolo. Es lo mismo que le pasó a nuestro río, que
por pura tenacidad fue abriéndose paso por las rocas, hasta conseguir la
dirección que se había propuesto.
San Román se halla ubicada a tan solo 7 km. al norte de
Pereruela, afamada población por su buenísima alfarería en la elaboración de
cazuelas para asar en los hornos castellanos. El Duero discurre por este lugar
a 617 m. de altitud, situándose a tan solo 150 m. en la lusitana y fronteriza
población de Barca d´ Alva, donde terminan los Arribes, después de haber
recorrido unos 200 km. (descendiendo una media de 4 m. por kilometro) y donde
ya es plenamente portugués, conformando el mayor cañón de Europa. Pero aun le
quedan otros 200, por los mágicos paisajes repletos de aterrazados viñedos,
hasta desembocar al Atlántico poco después de atravesar Oporto.
Continuamos en dirección a Bragança, pero nos tenemos que
desviar para ver una de las obras de ingeniería en hierro más sorprendentes de
principios del siglo XX. Se trata del Puente de Requejo (nombre del político de
aquellos años que lo hizo posible), pero más conocido como Puente de Pino o de
Villadepera, dependiendo de la población en la que preguntes, la de un lado o
la de otro. Situado sobre las aguas del Duero para unir las
comarcas zamoranas de Sayago y Aliste, en un solitario del lugar por donde ya cruzaban los romanos del
imperio. Fue su época (1914), el puente de mayor altura, 90 m. y el de mayor luz,
120 m. levantado sobre un sobre río en toda España.
Llegados a Bragança, que decir de esta señorial, decadente,
hermosa y placida ciudad, solo que hay que recorrerla, ascender hasta su
castillo y el medieval barrio de Santa María, llenándonos de su atmosfera….Y si
es la hora de comer no dudéis de ir al Solar Bragançano, en la
Praça da Sé, 34 (primer piso), saldréis encantados y no solo por la comida, su
aire señorial y decadente se respira por todos sus rincones.
Vertiente Portuguesa
Es hora de comenzar a realizar nuestro propósito, el de
recorrer las riberas de Los Arribes, nombre con el que se conoce a esta comarca
desde tiempos inmemorial, pues su nombre proviene de la palabra latina "ad
ripae" (orilla)". Empezamos por la orilla occidental portuguesa,
acercándonos primeramente hasta el mirador de Sao Joao das Arribas, sitio mágico donde los haya. Hasta los
"zoelas" (tribu precéltica) se dieron cuenta de ello edificando allí
mismo uno de sus castros, para servirse de la energía telúrica que de él emana.
Precipicios a nuestros pies que llegan hasta las aguas del río, transparencia
en su aire, quietud y soledad como compañía, entorno de fabula y paisaje
sorprendente, son los adjetivos que me sugieren este lugar, que como tantos
situados místicos fueron cristianizados al llegar la nueva religión, en este
caso erigiendo un pequeño y humilde eremitorio dedicado al
"bautista".
Frente a nosotros, en la otra orilla se encuentra el Despeñadero de
la Siniestra o Asomadero de la Finiestra, sin
duda el tramo de río más angosto, donde paredes de casi
400 m. caen a plomo sobre el río formando un inquietante paisaje.
Aguas abajo, a la altura de la población de Vale de Águia y bajo las escarpaduras de su castro,
en las profundidades de la azulada lamina acuática, cubierto por las aguas del ahora
embalsado rio se encontraba el Paso de
las Estacas. Era un estrechamiento en medio de las brumosas aguas, por el
que cruzar con la ayuda de un par de largos palos (estacas) para apoyarse entre
las piedras, que fue usado durante largo tiempo como paso de contrabando entre
las dos orillas, no sin el riesgo de ser arrastrados por las crecidas del río.
Pocos kilómetros río abajo se encuentra Miranda do Douro, población fronteriza
por antonomasia y por lo tanto fuertemente fortificada, pues de siempre
nuestros hoy amigables vecinos, han tenido la justificada sensación, de que en
cualquier momento serian invadidos por los ejércitos hispanos. La ciudad que
"mira al Duero", se merece un tranquilo paseo en soleada tarde, y
hasta comer en ella sus afamadas viandas servidas en abundantes platos, o
dedicarnos a las comprar de manteles y toallas como se hacía antaño en los
pretéritos tiempos de las dictaduras a las que nos sometieron sus escabrosos
gobernantes de uno y otro lado de la linde divisoria.
Seguimos dejándonos llevar por las aguas, y pasamos por
humildes poblaciones y un rosario de sugestivos miradores, con la analogía de
los cortados roquedos en ambas márgenes y el rio en la profundidad. De los que
debo destacar el de la Fraga do Puio
en la población de Picote, no solo por sus magnificas panorámicas, también por encontrarse
allí mismo una muestra de grabado rupestre "O Arqueiro" (El Arquero),
que encontraremos en una pared rocosa.
Y
nos acercamos a la pequeña aldea de Lamoso, de la que parte una pista que nos
llevará hasta la parte alta de la cascada de "Faia da Água Alta", donde hay una caseta de cobijo. Aquí la
pista se transforma en un sendero circular que transita entre escaleras y
pasarelas de madera, regalándonos durante el recorrido diferentes panoramas de
la torrentera. Son 60 metros de caída de agua, lo que la convierte en la cascada
más alta de Portugal, pero hay que ir a visitarla en invierno o a principios de
primavera, pues si no puede ser algo decepcionante y como nos pasó a nosotros
prácticamente no llevaba caudal, aun así el paraje donde se encuentra tiene su
encanto.
Toca ahora desviarnos de la ruta principal y descender en
brusca bajada para llegar a la aldea de Mazouco,
que con prácticamente una única y alomada calle, se descuelga camino del río.
Curioso es este pueblo de único "bar", y curioso es el señor que lo
regenta, pues te puede servir una fría cerveza o un carajillo de aguardiente
casero, que el mismo elabora en su arcaico alambique, del que si te resulta
gustoso al paladar te puede vender. Saliendo del pueblo y continuando por
precipitada bajada llegaremos hasta donde dejar el vehículo, para tras breve camino
llegar hasta prácticamente la orilla, donde se encuentra el grabado paleolítico
del Cavalinho do Mazouco (Caballo de Zazouco), una joyita del arte rupestre de estas tierras.
El siguiente destino es Freixo de Espada a Cinta, soleada población que también merece un paseo y a la que se puede llegar directamente desde el Cavalinho do Mazouco transitando paralelamente el río, sin tener que retornar a la carretera principal. Pasada la población nos desviaremos para subir
hasta Penedo Durao, excelente
atalaya desde donde contemplar un paisaje majestuoso, con el rio casi 600 m.
por debajo de nosotros. Retornamos sobre nuestros pasos para acércanos al
embalse de Saucelle, y desde el seguir en dirección sur por toda la orilla
derecha del rio hasta llegar al puente que nos depositara en Barca D'Alva, pequeña población, o más
bien un embarcadero de cruceros por el Duero que nos podrían llevar hasta
Oporto, y una estación de ferrocarril de un tren que venía desde España. Es
aquí, donde el rio se hace 100 por 100 portugués, no queriendo ya compartir sus
aguas y donde comienza el afamado; por sus paisajes de aterrazadas vides y
gloriosos caldos; Valle Do Douro. Aquí, parada y fonda, pues es la hora de
comer y nada mejor que hacerlo en Bago d´Douro (Largo das Faias, 29), un buen
guiso y por supuesto el bacalao, establecimiento donde también nos pueden
proporcionar un recorrido fluvial.
He hablado de una estación de tren y a ello me quiero
referir ahora. Barca D'Alva era la primera estación lusa de la línea
"Salamanca - Oporto", que habiendo estado en servicio durante un
siglo dejo de funcionar entre 1985 (España) y 1988 (Portugal). Su último tramo
por la parte hispana desde el apeadero de La
Fregeneda; de unos 18 km. para salvar un descenso de 350 m. desde la meseta
castellana hasta el Duro por los barrancos de los ríos Morgáez y Águeda; es una
impresionante obra de ingeniaría ferroviaria, con los 10 puentes y los 20 túneles que en su día tuvieron que
construir para facilitar el paso del ferrocarril. Es en la actualidad sin duda
uno de los recorridos de "Vías Verdes" más impresionantes de toda la
Península Ibérica, y creo que me quedo corto. Su mal estado de conservación ha
motivado de la Diputación de Salamanca una obra de rehabilitación para que su
recorrido sea más "seguro", obra que quedará terminada para
principios de 2018, buena época para repetir esta fascinante ruta sobre la añeja vía férrea, que surca, unos tras otro de
forma sucesiva estos túneles y puentes de impactante belleza, que ya realizamos por primera vez hace 25 años.
Desde el muelle fluvial de Barca D'Alva cruzamos el Duero
para ascender a los páramos portugueses hasta llegar a la población de Urros,
desviándonos de nuevo hacia el gran rio, para llegar a la ermita de Nossa Senhora do Castelo de Urros que
desde la altura lo vigila y custodia, siendo el panorama que divisamos desde
este altozano impresionante, e imprescindible si nos acercamos hasta estas
tierras. Por debajo de nosotros el tranquilo rio sigue impasible y tranquilo su
camino al mar, las terrazas de los viñedos le acompañan de forma permanente y
monotemática en su discurrir, y la idílica estampa de la población de Urros a
nuestra espalda destacándose sobre las oscuras y tenebrosas nueves que barruntan
tormenta, convierten ese instante en un momento mágico. Bajo sus pies hay un
túnel al que las supersticiones populares le asignan algunas leyendas, pero que
al parecer se trata de una mina de oro, posiblemente del tiempo de los romanos.
Nos "aventuramos" a descender hacia el cauce del
río a través de la población de Peredo dos Castelhanos, y digo aventurarnos, pues la ruta es un verdadero desafío para la conducción. Un vertiginoso descenso nos sitúa en la Represa de Pocinho, donde podemos hacer una parada para observar como los barcos utilizan su esclusa. Y de nuevo una vertiginosa subida nos eleva hasta la población de Torre de Moncorvo. Y de nuevo un agradable
paseo por su laberínticas calles de traza medieval, entre las que sobre sale la
enorme y renacentista iglesia de Nossa Senhora da Assunçao (siglo XV). Pero
sobre todo hay que tomarse un café con aguardiente en algunas de las terrazas
de su plaza y preguntar donde conseguir sus afamadas "amêndoas cobertas" (almendras cubiertas), parecidas a las garrapiñadas, pero mucho más ricas
y finas, no tan dulzonas.
En la otra orilla del Duero, hacia el sur, se encuentra el Valle de Côa, que afluente del gran río
alberga la mejor muestra europea de grabados y pinturas del paleolítico
superior, de entre 25.000 y 13.000 años de antigüedad, siendo así mismo uno de
enclaves más importantes del mundo de estas expresiones artísticas del pasado
que se conservan al aire libre. El Parque Arqueológico de Côa posee un extenso
y extraordinario ciclo de arte rupestre: representaciones de animales, figuras
humanas y signos concentradas en los últimos 17 km. de su cauce, con más de 500
figuras identificadas hasta el momento, formando parte desde 1998 como
Patrimonio de la Humanidad. Un atrayente Centro de Interpretación, no solo por
su contenido sino también por su arquitectura, se ubica en las proximidades de
la población de Vila Nova de Foz Côa…………… pero este interesante paraje del país
vecino, merece extenderse en un artículo señero que ya verá la luz en estas
páginas.
Vertiente Española
Si el recorrido por tierra lusa ha sido de norte a sur, por
la parte hispana u oriental lo haremos de sur a norte, comenzando en la
población de La Fregeneda de la que ya he comentado sobre su sugerente ruta por
el trazado del ferrocarril. Desde esta población (a unos 2 km. de la carretera
que va al muelle de Vega Turon), parte una pista apta para vehículos que nos
llevará hasta el Mirador de Mafeito,
con unas exquisitas vistas del último tramo del Duero todavía compartido entre
España y Portugal. Nos dirigimos ahora hasta la represa de Saucelle, que ya
hemos visto desde la altura del Penedo Durao en país vecino. Es la ultima (la
más
baja) y una de las seis que doman el cauce del Duero a su paso por Los
Arribes, tres son de propiedad hispana (Saucelle - Aldeadávila - Castro) y las
otras tres lusas (Bemposta - Picote - Miranda). Desde aquí y visitando las poblaciones
de Saucelle y Vilvestre, nos acercamos hasta la Presa de Aldeadávila, una de las construcciones de la ingeniería
hidroeléctrica más importantes de España, con una altura de casi 140 m. su
producción hidroeléctrica es la más importante de todo el estado. Pero para mí
lo más curioso y nefasto, es que sus obras llevadas a cabo entre el año 1956 y
1963, sirvieron a la dictadura como símbolo propagandístico de los denominados
"XXV Años de Paz"………. la paz de algunos. Hoy en día, trascurridos ya
53 años de la "efeméride",…………..40 de verdadera paz, habiendo llegado
a nuestro país un sistema de democracia occidental, y habiéndose aprobado una
ley de "Memoria Histórica", todavía en ese enclave es visible, y en
lugar preeminente, aquella alegoría propagandística de tiempos de régimen
franquista……………… país, que país…… diría Forges.
Aun así, el espectáculo es
impresionante y sobrecogedor, debiendo de ascender hasta
su parte más alta, para admirar desde el Mirador del Fraile todo el espectáculo que se nos ofrece a
la vista. Poco más adelante, y a través de una corta pista de tierra y un breve
sendero, llegaremos a las rocas donde se ubica el Mirador del Picón
de Felipe, posiblemente el más famoso y
espectacular de todos los situados en el lado levantino del Duero. Sobre unos
acantilados de vértigo, se sitúa el río 400 m. por debajo de nosotros, a plomo
de paredes graníticas prácticamente verticales, que junto con la mansedad de
las aguas retenidas por la imponerte presa que se divisa entre los enormes
muros roqueros, convierten al lugar en algo especial. Las balconadas para
observar tan sugerentes panoramas están compuestas de varios puntos situados en
distintos lugares, todos ellas protegidas por férreas barandillas. Su nombre le
proviene a un antiguo mito-relato, por el cual la cual un pastor llamado Felipe,
a golpe de martillo intentó tumbar la montaña para pasar a Portugal y poder
reunirse con su joven amada portuguesa.
La población de Aldeadávila de la Ribera bien merece un
paseo y hasta un descanso con una fría cerveza. Desde ella se puede acceder (en
sinuosa bajada……. y subida) hasta la playa de El Rostro y al embarcadero de
Corporario, uno de los cinco muelles desde los que se pueden realizar paseos
fluviales (los otros cuatro son: Miranda do Douro, Bemposta, Freixo de Espada a
Cinta y Vilvestre).
Muy cerca a tan solo 3 km. de Aldeadávila se halla la
población de Masueco, desde donde parte una pista que nos aproximará hasta la
cascada del Pozo de los Humos, una
de las más famosas de España y uno de los lugares de mayor atractivo de los
Arribes del Duero. Además de encontrase en un extraordinario escenario, su
especial encanto reside en la nube de vapor que se forma en su vertical caída
de más de cincuenta metros sobre el vacio, en medio de un rocoso entorno
próximo a su desembocadura en el río Duero. Miguel de Unamuno también visitó el
lugar en su etapa como rector de la Universidad de Salamanca, quedando
impactado a observar el lugar “Estaríase
uno las horas muertas contemplándola fluir, dejándose ganar el espíritu por la
sensación purísima que su constante curso nos produce” … “Es una de las más
hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos". Pero no siempre
está en su pleno esplendor, pues el cauce del rio Uces que la alimenta es
bastante estacional, siendo la mejor época para visitarla los finales de
invierno o principios de primavera.
Muy próxima a ella, en el Arroyo de los
Cuernos, ya muy cercana a su unión con el Duero se esconde otro bello
salto de agua, que aunque menos conocida tiene todo el encanto de lo
inaccesible o lo oculto. Se trata de la Cascada
de Pozo Airón, que aun no siendo tan espectacular como su hermana anterior,
es compensada nuestra visita por la tranquilidad existente en el lugar y por el
añadido de poderla recorrer por detrás a través de una oquedad natural situada
tras ella. La ruta hacia este enclave, que
parte desde población de Pereña de la Ribera (desde la que también se puede
visitar el Pozo de los Humos), ha sido clasificada como una de las cinco
mejores rutas de senderismo de Castilla y León.
Cruzamos la población de Villarino de los Aires, en donde se
encuentras algunos buenos miradores sobre el Duero, pero sobresaliendo de entre
ellos sobre todo el roquedo Teso de San Cristóbal, este sobre los barrancos del río
Tormes. Además de las magnificas vistas y de la ermita dedicada a de San Cristóbal (patrono de los
vadeadores de ríos, además de los automovilistas), podemos
visitar el Santuario Rupestre allí existente, un antiguo
castro celtíbero de la Edad del Hierro compuesto por
restos arqueológicos y unas antiquísimas sepulturas de gran importancia en el contexto de las Arribes del
Duero. En apenas 10 km. llegamos al cruce de Trabanca, población sin más
historia a no ser por esta en ella uno de los restaurantes de referencia de la
comarca La Retonera de Arribes,
debiendo de llegar a buena hora para ser bien atendidos.
Camino de Fermoselle debemos
atravesar el Tormes, divisoria entre las provincias de Salamanca y Zamora,
pudiendo para ello tomar dos caminos. El más oriental por la gigantesca Presa de Almendra, la más alta de
España con una altura de 202 m. y en la se utilizaron para su construcción
2.188.000 de m3. de hormigón. La otra ruta, la occidental más
directa paro también mas sinuosa, cruza el Cañón
del Tormes por el Puente de San Lorenzo, discurriendo
por parajes de singular belleza.
En Fermoselle
hay que hacer parada si o si, siendo visita obligada al visitar estas tierras
ribereñas, ya que se trata de un hermoso y bien conservado pueblo levantado
sobre roca de granito, siendo este mismo material la base de su construcción.
Su encantador casco antiguo, repleto de bodegas subterráneas y estrechas
callejas, es digno de un buen paso. Destacando los restos del Castillo de Doña Urraca, que situado en el
límite noroeste de la población es un buen mirador sobre el no muy alejado
Duero. Otro buen mirador, este en el mimo centro del pueblo, es el llamado
"Torojón" o Mirador del Torreón, esta para completar una
buena panorámica de la población y sus alrededores. Interesante
es también su Plaza Mayor y el acercarnos hasta el convento de San Francisco, que en la actualidad acoge el Centro de Interpretación de la Casa del Parque, donde seremos
bien acogidos e instruidos de las bondades de estos lares.
Continuamos hacia el norte por la zamorana comarca de Sayago en busca de la localidad de Fariza, pues de ella
parte la carretera que nos llevará hasta el Mirador de las
Barrancas, que se sitúa a unos 500 m. de la Ermita de Nuestra Señora del Castillo. Uno más de los ya
incontables visitados por estas latitudes, pero aun así no cansa, los grandes
espacios que se divisaban por encima de estas abruptas y escabrosas
barrancadas, nos hacen sentirnos participes de la fusión de tierra agua y
cielo, como si nosotros también formáramos parte de esos amplios horizontes.
Y por fin, nos
dirigimos a nuestro punto final del recorrido por estas tierras
"rayas", entre España y Portugal. Nuestro destino es la aldea de Torregamones, por donde ya pasara en tiempo de los romanos
del imperio la “Calzada Mirandesa”, paso obligado para entrar en tierras
lusitanas, si bien en aquellas épocas aun no había puentes para cruzar nuestro
rio, teniéndolo que hacer en barcazas guiadas por cuerdas. Hasta mediados del
siglo XX, no hubo un solo puente en todos los Arribes para pasar de un lado a
otro, de un país a su vecino (cartografía del I.G.N. del año1946), salvo el del
ferrocarril de la Fregeneda a Barca d´Alva (Salamanca - Oporto), solo algunos
parajes en los que se podía pasar por barca. Y toda la línea fronteriza estaba
minada de puntos de observación de los "carabineros" de entonces, con
la función de controlar el abundante contrabando existente.
De Torregamones parte una pista (Camino de Los Arrieros)
nada bien indicada y de no muy buena conservación, que tras recorrer unos 7 km.
nos depositará en uno de esos lugares que nos hacen creer que estamos en el
medievo, o tal vez en la edad de piedra, hemos llegado a los "Chiviteros de Torregamones". Un
corral de cabras donde los rebaños se encerraban para ordeñar, amamantar o la
guarda nocturna, pero en este caso con la curiosidad que en su interior se hallan
un grupo de unas catorce construcciones circulares elaboradas en piedra y techo
de retama, los llamados Chiviteros (donde se guardan los chivos). Pequeñas
cabañas a modo de las antiguas edificaciones castreñas, cuya finalidad era la
de resguardar a las crías de las inclemencias, o de otros animales depredadores.
Son hoy en día una buena muestra de la arquitectura tradicional, y estos son
los mejor conservados de toda la comarca.
Se encuentran situados a apenas un km. de los vertiginosos
acantilados que el rio forma por estas alturas, pero difícilmente se intuye su presencia.
A escasos 500 m. se encuentra la Rivera del Fenoya, cuyas juguetonas aguas hicieron
funcionar al menos a cuatro molinos de los que quedan sus restos. Y ya en las proximidades
de la desembocadura del arroyo al Duero se encuentra el Paso de las Estacas, del
que ya me he referido al comienzo de estos párrafos.
Toda esta zona de tierras sayaguesas esta
colmada de vestigios prehistóricos e históricos: calzadas romanas, dólmenes,
castros, puentes, fuentes, arte románico, e incluso representaciones góticas,
renacentistas o barrocas. A tiro de piedra de estos primitivos corrales cabríos
se encuentra Peña Redonda, y en sus proximidades se halla el Castro de Sanamede, lugar donde los "vettones" (siglo V a.C) pastorearon sus
rebaños y esculpieron ídolos que les protegieran de sus enemigos y favoreciera
su sostén. Aquí se encontró el barraco conocido como "mula", que en
la actualidad se ubica al costado de la iglesia de Villardiegua, y que en
realidad se trata de un toro datado en la II Edad de Hierro, uno de los varios
que podemos encontrar por la Comarca de Los Arribes.
Prácticamente estamos donde comenzamos
nuestro recorrido, pero en la vertiente contraria del río. Hemos transitado las
dos riberas, admirado su cultura, aprendido de su historia, observado sus
horizontes, soñado en la noche bajo sus estrellados cielos, probado su gastronomía,
navegado, caminado y llenado de su aire y magia………………. ¿qué nos queda por tanto?......................
pues volver.
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