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Así como Lumbini es la capital del budismo, Benarés la del hinduismo o La Meca del Islam, Roma es la capital del cristianismo, percibiéndose este atributo por todos sus rincones desde los tiempos en los que San Pedro fue obispo en la ciudad romana. Prácticamente ningún lugar de la ciudad ha podido escapar de esa doctrina que se ha adueñado de ella con el paso de los siglos. Representando a casi todo el santoral nos encontramos en calles y plazas iglesias por doquier, hornacinas, pequeños altares o retablos aislados en sus esquinas podemos contemplar en nuestro recorrido por la milenaria urbe, hasta se podría intuir sin cierto grado de exageración, que parte de la ciudad huele a esa resina de incienso que sale de sus “santos” espacios.
Pero sobre todo Roma es la Ciudad Papal………la metrópoli del Vaticano, creada en la otra orilla del Tíber, en el lugar que en tiempos ocuparan unas ciénagas insanas, llenas de mosquitería y con fama de provocar enfermedades, sobre las cuales el emperador Constantino en el año 326 hizo construir la primera iglesia dedicada a San Pedro en el mismo lugar donde se le supone fue martirizado el seguidor de Jesús. Esta fue demolida en el siglo XV para edificar sobre ella una nueva, iniciándose su construcción en 1506 sobre un proyecto del prestigioso arquitecto Donato d'Angelo Bramante, encargándosele después de la muerte de este, su ejecución a Miguel Ángel, aportándole como novedad a la misma el diseño de su grandiosa cúpula, aunque también esta fue concluida 24 años después de su fallecimiento.
No podemos dejar de visitar La Capilla Sixtina, con los magníficos frescos de Miguel Ángel, todo lleno de color, algo que impresiona, sobre todo el mural sobre el Juicio Universal, aunque la multitud que los visita impida concentrarnos ante tal demostración de arte. También debemos admirar las estancias de Rafael, pintadas por el gran artista, aposentos que utilizó el Papa Julio II della Rovere en el siglo XVI. Recorrer los museos egipcio y de tablillas mesopotámicas, así como el de arte etrusco. Para visitar los Museos Vaticanos aconsejo sacar las entradas con anticipación en la página oficial, pues las filas que se producen para entrar se pueden demorar mas de una hora y media.
Todo es grande en el Vaticano, la plaza, el recinto de la iglesia, la cúpula, los museos vaticanos, las estancias y el resto de los edificios que conforman la Ciudad Vaticana………..y todo es suntuoso, excesivamente lujoso, al contrario de cómo debería de ser un templo dedicado al espíritu y no a la materia. Yo aunque reconocido impío, admiro por otra parte el arte que estos edificios, ya sea a través de su arquitectura o en el contenido custodian, pero he de confesar que San Pedro del Vaticano me causo una cierta decepción; esa grandiosidad se transformo en mi interior, como un decorado de película, como si todos los brillos marmóreos fueran de cartón piedra, como si esa enorme obra estuviera hecha al margen de las creencias para las que se erigió, ……………. hasta me pareció oscura, fría, todo lo contrario de las sensaciones que en mi producen los templos románicos, acogedores y envolventes o los posteriores góticos, buscadores de esa luz mística e intimista.
Esa misma sensación de vació y desencanto se volvió a repetir en mis visitas a las otras grandes basílicas romanas, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán, esta ultima la efectiva Catedral de Roma. No puedo comentar lo mismo de San Pablo Extramuros, que aunque con la misma fisonomía que las anteriores en grandeza, tiene un halo especial ……………. también porque la magnificencia que comparte esta suavizada en su imaginería, casi inexistente. Todo en ella son espacios y silencio, luces y sombras, los brillos de sus mármoles aquí son atenuados por la sensación de recogimiento que genera, podríamos durante horas instruirnos en ella con un libro, por supuesto de algunos de los místicos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Ávila, sin que nada ni nadie nos molestase en nuestra piadosa lectura.
La Santa Escalera y Santa Cruz de Jerusalén son dos construcciones religiosas cercanas a San Juan de Letrán, ambas guardan relación con Santa Helena, madre del emperador Constantino. La primera de ellas, según la tradición, seria la escalinata por la que Jesucristo ascendió en el palacio de Pilatos de Jerusalén, el Viernes Santo de su suplicio. Esta fue trasladada a Roma por Santa Helena en el siglo IV. La escalera central de mármol de Tiro, solo puede ser ascendida de rodillas y orando en cada uno de sus 28 escalones para subir al siguiente. Os aseguro que es un espectáculo único y digno de la fe de sus actores, gentes de todo tipo y condición se afanan en trepar por la escalera en un recogimiento sin precedentes. El otro edificio, la iglesia de la Santa Croce In Gerusalemme, edificada en siglo IV sobre lo que fue el palacio de Santa Elena en la ciudad, posteriormente remodelado y restaurado. En ella se conservan distintas reliquiasrelacionadas con la crucifixión de Jesús, traídas de Palestina por la Santa Elena en su viaje a Jerusalén y los lugares Santos, espinas de su corona, unos clavos, y el mayor fragmento existente del Lignum Crucis (parte de la cruz de Cristo). La Santa se puso a repartir pedazos del mismo por toda la cristiandad, hasta el punto que se comenta hoy en día, que si se juntaran todos los trozos existentes darían para formar varios árboles de gran envergadura.
También este viajero que os comenta, busca lugares menos llamativos y ostentosos, y los encuentra, y en ellos regocija su ánimo al descubrirlos. Escudriñando por una ciudad con la antigüedad y extensión de Roma no es difícil de encontrar rincones singulares, en este caso también de índole religiosa. Son enclaves como Santa María de la Paz que detrás de su columnada fachada barroca encontramos en su interior, aunque en realidad los divisamos desde la cristalera de una cafetería que el templo acoge, unos magníficos frescos de Rafael, representando a cuatro sibilas (pitonisas) que entre sonrisas pretenden trasladarnos nuestro futuro inmediato por los recodos de la ciudad Eterna. En Santi Quattro Coronati una reverenda de clausura nos da la bienvenida, indicándonos desde su voluntario secuestro al otro lado de la ventana, donde esta la capilla de San Silvestre, en la que encontramos unos magníficos frescos románicos del siglo XII, narrando la leyenda de la conversión al cristianismo del emperador Constantino por parte del Papa Silvestre.
En Santa Práxedes, muy cerca de Santa María la Mayor, entre unos interesantes mosaicos del siglo IX que podemos ver en una capilla lateral y los vistosos del siglo XVIII que decoran el interior del ábside, encontramos la sepultura del Juan el Peregrino que caminó hasta tierras gallegas, a adorar la tumba de Santiago, sin saber que posiblemente estaba rezando ante Prisciliano de Galicia. En San Pietro in Vincoli admiraremos el famoso Moisés de Miguel Ángel. La iglesia de Santo Stefano Rotondo en la colina de Celio es una original construcción del siglo V, fue la primera iglesia de Roma que tuvo un plano circular, inspirado por la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén. En su interior encontramos unos interesantes frescos de 1600, aunque algo morbosos, representando torturas, ejecuciones, martirios y decapitaciones.
San Clemente es otra original iglesia, en la que podremos observar como se han superpuesto las edificaciones romanas con el paso de los tiempos, bajo ella se encontraron en 1857 otra basílica con importantes frescos no muy deteriorados y debajo de esta una casa romana perfectamente conservada. Esto también se repite en la iglesia de Santa María in Cosmedin, bajo la cual se ha encontrado un templo dedicado a Hércules. A la entrada de esta iglesia podemos admirar unas de las atracciones turísticas mas atrayentes de Roma, la Boca de la Verdad, se trata de una mascara de mármol del siglo I de 1.75 mts. de diámetro, que según la leyenda, los mentirosos que metían la mano en sus fauces la sacaban cortada. No muy lejos, ubicada en el monte Aventino una de las siete colinas de Roma, podremos encontrar Santa Sabina, un buen ejemplo de iglesia paleocristiana del siglo V construida en planta basilical, no podemos dejar de visitar el Jardín de los Naranjos, donde se divisa unos de los mejores panoramas de toda la ciudad. A dos pasos de aquí una curiosidad, al final de la calle, en la Plaza del Caballero de Malta, habrá que mirar por los ojos de las cerraduras para buscarla, hasta que encontremos en nuestro ojear una vista diferente y original del "Cuppolone" (la cúpula del vaticano), es el Agujero de Roma. En San Luis de los Franceses, entraremos a mirar las fantásticas luces de los lienzos de Caravaggio (Michelangelo Merisi) que hay en su interior.
La iglesia del Jesús “El Gesù” es el primer templo jesuita del mundo. Construida después del Concilio de Trento, representa las ideas de la Contrarreforma planteada ante los movimientos secesionistas de los luteranos. Austera al un principio, siguiendo las pautas de los jesuitas y de la misma Contrarreforma, la iglesia comenzó no tardando a ser transformada por una fastuosa y recargada decoración barroca, con impresionantes frescos ilusionistas, que hoy deslumbran al visitante nada más entrar en la iglesia. La bóveda del Gesù representa el triunfo del "nombre de Jesús", de donde procede toda la luz de la composición, pintado entre sombras, desbordando las pinturas el propio marco de la imagen principal.
No muy lejos de ella podemos hacer un descaso, pues ya hemos conseguido indulgencias suficientes como para librarnos del infierno en varias vidas y liberarnos de las fauces de Leviatán. Acercándonos a la Piazza di Sant'Eustachio, concretamente al nº 82, degustaremos uno de los mejores cafés de toda la ciudad, lo preparan en el Caffé Sant Eustachio, tostando los granos con leña cada mañana y moliéndolos sobre la enorme cafetera, que está de espaldas al público para no divulgar los "secretos" del oscuro brebaje. Os diréis, quizá, ¿que porque es el mejor café del mundo?, no lo digo yo, lo dicen también los romanos, las guías turísticas y hasta The New York Times. Sabedores sois de que no soy consumidor de café, y con el lío que se monta en el pequeño local por su fama, no me atreví a indicarles o acaso enseñarles a proveerme de un carajillo en condiciones, ellos se lo perdieron, podrían haber puesto de moda en la Ciudad Eterna, la “eterna” pócima ibérica, cuyo origen se remonta a la Cuba española, en la que la soldadesca tomaban el café con ron, afín de obtener con esta mezcla "corajillo", de coraje. El establecimiento en cuestión tiene un atrayente semblante añejo, pertenece, según se comenta, a la Camorra napolitana. Los carabinieri lo clausuran de cuando en cuando, pero lo vuelven a abrir con prontitud, cosa de la “Cosa Nostra”. Justo enfrente del café se sitúa la iglesia del mismo santo de la plaza y que seria reiterativo corear, de ella se dice que nadie se quiere casar y no es de extrañar, Eustaquio era un general romano, de nombre Placidus, que luchó a las órdenes de Trajano. Un día, mientras cazaba, vio una cruz resplandeciente entre las astas de un ciervo y se convirtió al cristianismo. Fue martirizado en el año 118, durante las persecuciones de Adriano, y santificado como Sant Eustachio. Ahora sólo hay que mirar hacia el techo de la fachada de la iglesia, donde se alza una cruz sobre una cabeza de ciervo dotada de una colosal cornamenta. Indudablemente, a los romanos no les agrada salir de su boda bajo la sombra de esos proféticos cuernos.
Santa María degli Angeli, fue diseñada por Miguel Ángel y terminada en 1564, después de la muerte de este. Ocupa gran parte de lo que fueron las grandiosas Termas de Diocleciano, dándole a su fachada ese aspecto tan original. Bajo el crucero del templo se encuentra uno de los instrumentos astronómicos cumbre del siglo XVIII, la línea del meridiano, la meridiana de Francesco Bianchini. Es esencialmente un reloj de sol que cruza a través de Roma a los 15 grados, fue usada para poner los relojes en hora desde 1702 a 1846. A las 14:15 (1:15 pm. durante el verano), el sol ilumina exactamente esta línea, siendo el momento mas popular del día para que acudan muchos visitantes a la iglesia para observar este curioso efecto.
Podría comentar que nos trajo a la Ciudad Eterna el 150 aniversario de la unificación Italiana, Il Risorgimento, pero no es así y “faltaría a la verdad”, digna frase que se repite a diario en los debates del neoclásico edificio madrileño de la Carrera de San Jerónimo. Justo el día siguiente a nuestra partida se celebraba los 150 años de ese 17 de marzo de 1861, dia que se consiguió, con el tesón de Garibaldi el estado unitario de toda la península Itálica. No disfrutamos de los agasajos y conmemoraciones de ese suceso, pero pudimos observar como se preparaba la urbe para ellos, escenarios por plazas singulares, así como edificios y monumentos iluminados con el republicano tricolor de su bandera, decoraban los rincones mas significativos.
Pero Roma es afortunadamente mucho más que un conjunto de iglesias; no tiene grandes avenidas, su perfilado diseñado hace más de 2000 años, hace inexistentes estos trazados a los que estamos acostumbrados en otras grandes ciudades europeas. Es una ciudad como casi todas para patearla, caminarla y pasearla, gastar sus adoquines con nuestras botas, como desgastadas están las milenarias piedras con las que fue construida; aunque una buena forma también de recorrerla es hacerlo en Vespa, la mítica moto italiana, que ahora cumple ahora sus 65 años. Roma son plazas llenas de luz y esplendorosas fuentes, transitar por ellas es viajar al “Renacimiento”, la Piazza Navona donde estaba ubicado el Estadio de Domiciano, con las tres fuentes de Bernini y Giacomo della Porta, la Plaza de España donde por siglos francos e hispanos pleitearon por conseguir su denominación, y en los cuales salimos victoriosos. Aquí se sitúa el Palazzo de la Embajada (Embajada de España ante el Vaticano), actual residencia o dorado “exilio”, del piadoso Paco Vázquez (hasta la semana que viene en que dejará su cargo de embajador), el que otrora fuera eterno alcalde democrático de La Coruña.
La hermosa y sorprendente Fontana de Trevi, icono de la ciudad y lugar de encuentro de todos los viajeros, donde a cualquier hora del día o de la noche podemos observar como es admirada por multicolores foráneos, donde merece hacer una cena en la Tratoria Al Gallinaccio, en el Vicolo del Gallinaccio 6, cerca de la Fontana, pero apartada de su alboroto. La Plaza del Popolo con sus dos gemelos templos, por la que entraban a la ciudad los peregrinos, la de la Republica donde se concentran los romanos para expresar sus quejas y manifestaciones, el Campidoglio en la colina Capitolina, en el que sus cimientos nos cuentan la historia de Rómulo y Remo y en donde buscaremos un balcón del ayuntamiento, para poder disfrutar de la mejor vista de los Foros Romanos…… La Rotonda y El Panteón, Piazza Farnese con el Palacio Farnesio hoy embajada de Francia.
Giordano Bruno, intelectual y teólogo, tenido como hereje (en realidad un librepensador) por luteranos, calvinistas y católicos, está rehabilitado por una estatua en la plaza Campo dei Fiori, en el mismo lugar donde en el año 1600 fue ejecutado en la hoguera por orden de la Santa Inquisición Romana, en este caso el “Torquemada” de turno fue Roberto Belarmino, declarado santo y doctor por la iglesia en 1930, trescientos años mas tarde; ya les cundió reconocerle los servicios prestados en la limpieza ideológica de aquellos años. También en esta plaza podemos encontrar, en una de sus esquinas, el inconfundible blasón de los Borgia, lugar donde estaba situada la Hostería de la Vaca, establecimiento regentado por el cardenal Rodrigo Borgia, mas tarde Papa Alejandro VI Borgia, en el cual mantenía relaciones carnales con su manceba Vannozza Cattanei, quien fuera madre de sus denostados hijos Lucrecia y Cesar. Si es hora de almuerzo aconsejo acercaros hasta la Hostaria Farnese, Vía dei Baullari 109, entre el Campo de Foiri y la Plaza Franese, donde la comida solo es superada por la atención de sus regidores.
A unos pocos pasos está la plaza Capo di Fierro, en ella se asienta el Palazzo Spada en uno de cuyos jardines podemos admirar la famosa falsa perspectiva diseñada por Borromini en el siglo XVII, el efecto conseguido es hacerla más larga y grande de lo que en realidad es, con sus nueve metros de profundidad, da la sensación de tener unos cuarenta.
Mientras paseamos por la Piazza Venezia podemos contemplar el desmesurado e impactante monumento a Víctor Manuel II, apodado por su forma “la maquina de escribir”, aconsejo si pasáis por aquí, no tomar nada en el Gran Caffé Roma, de la Piazza d'Aracoeli 4, entre la Piazza Venezia y el Campidoglio, careros y una atención que deja mucho de desear. Desde aquí nos podemos acercar al Barrio Judío o Ghetto de Roma, creado en 1555 por decreto Papal de Pablo IV, dictaminando en él que los hebreos deberían vivir segregados del resto de los romanos y llevar un distintivo que los identificase …………que curioso esto de la historia y que copión Adolf Hitler al hacer lo mismo casi cuatrocientos años después. El Barrio es uno de los mas antiguos de toda la ciudad, pasear por sus estrechas y lúgubres callejuelas es volver al pasado, a una urbe medieval de hace 500 años. Callejeando por él, tras una simple puerta, como una casa mas se tratara, entramos en la Chiesa di Sant'Angelo in Pescheria (Iglesia del Santo Ángel del mercado de pescado), construida en o adosada a lo que queda del Pórtico de Octavia, deberemos a cercarnos a la Plaza Mattei y admirar la Fontana delle Tartarughe (Fuente de la Tortuga), de aguas limpias y cristalinas. En las proximidades del barrio hebreo deberiamos acercarnos a tomar una pizza en el Forno Marco Roscioli, Via dei Chiavari 34, tienen como dos metros de largas, están elaboradas allí mismo en su horno, las venden en trozos al peso, sabrosas y delgadas como papel de fumar…….una delicia típicamente romana.
No muy alejada del Ghetto en el nº 54 de la Vía Luigi Petroselli está la Casa de los Crescencios, también denominada Casa de Pilatos, en el dintel de su portón se puede contemplar el testamento que su propietario dejó a su hijo:
“Yo Niccolo, dueño de esta casa conocí perfectamente que la gloria mundana es vana. Construí mi casa no por afán de poder sino por el deseo de renovar la fastuosidad de la Roma antigua. Una vez dentro de tu hermosa casa no olvides el sepulcro, recuerda que no habitarás tu casa por mucho tiempo. La muerte tiene alas. Ningún hombre vive eternamente. Nuestra vida es breve y nuestra carrera es veloz y liviana como una paloma. Fíjate también en el soplo del viento, aunque cierres tu puerta con cien vueltas de llave, aunque mandes mil centinelas para que vigilen, ya la Muerte está sentada a tu cabecera. Aunque te encierres en un castillo en el séptimo cielo, la Muerte al final te atrapará. Esta casa sublime se yergue hasta la cima. Yo, Niccolo Magno, la construí para renovar la gloria de mis antepasados. Mi padre se llamó Crescente, mi madre Teodora. Esta casa la construí para mi querido hijo: a David, como padre la dejé”.
Recorremos calles con historia, Vía dei Coronari, vetusta por su antigüedad, hace honor a su condición, es la calle de las almonedas y anticuarios. Lo mas chic y las boutiques de moda se concentran en Piazza Colonna y Via del Corso, aquí encontramos Zara, emporio textil español y curiosa escena que observamos a sus puertas, un trío de chicas pijas de Arguelles, ensimismadas de haberse encontrado la tienda, vibran apresuradamente por acceder a ella, en la que posiblemente encontraran lo mismo que en Princesa, 45 de Madrid, pero a un precio más Romano……………..osease, más caro, pero claro “es de Roma”, muy cerca de aquí y próximo al Palacio de Montecitorio es obligado tomar un helado en el Caffe Giolitti, Via degli Uffici del Vicario 40, por 2,50 € te puedes tomar tres enormes bolas de helado y sentarte en las mesas que hay en la calle; dicen que es el mejor helado de Roma, imposible de saberlo, rico, muy rico, riquísimo está, pero es imposible que alguien haya podido probar todos los helados, a cuales mejor, de la ciudad como para hacer tan rotunda afirmación.
Via Veneto es otra de esas calles señoriales y afamadas de la ciudad y no muy lejos de allí, en las inmediaciones de Piazza di Spagna, Vía Condotti, sigue las pautas de la del Corso, con todas las firmas afamadas de la moda Italiana, Bulgari, Hermés, Cartier, Ferragamo, Battistini, etc. . Esta calle debe su nombre al canal o “conducto” que llevaban el agua a las Termas de Agripa, en el nº 86 encontramos el Antico Caffé Greco, posible mente el más señorial de toda la ciudad, no por ello desmerece tomarse un cappuccino allí, en las mismas mesas por donde pasaron Goethe, Stendhal, Franz Listz o Lord Byron. Desde aquí podemos ascender a los hermosos jardines de Villa Borghese y cercarnos después al Palazzo Barberini para ver la Galería Nacional de Arte Antiguo, en la Vía delle Quattro Fontane,13. Justo enfrente en el nº 149 está el Novo Hotel Quattro Fontane, muy bien situado para ver todo Roma sin tener que perder tiempo en costosos desplazamientos.
Al norte de esta zona podemos visitar algunos lugares no muy visitados, pero con cierto encanto e interés, todos están ubicados en los aledaños o cercanos a la Via Nomentana, La Sedia del Diavolo (Silla del Diablo) en Piazza Elio Callistio (al final de Vía Nomentana), el Mausoleo de Santa Constanza en Vía Nomentana, 239 o el Barrio Coppedé (Piazza Mincio- Vía Aterno y Vía Dora) encantador conjunto de edificios de Art Nouveau que diseño durante la segunda década del siglo XX el arquitecto Gino Coppedé.
Otro barrio imprescindible de pasear es el Trastevere, y si lo hacemos una dominical y soleada mañana, podremos recorrer los puestos del mercadillo de Porta Portese (el Rastro Romano). Encontraremos entre sus callejuelas, la Iglesia de Santa Cecilia admiraremos un maravilloso mosaico del siglo IX, representando el Juicio Universal y una impresionante escultura de la Santa tal y como se encontró su cuerpo, realizada por Maderno en 1600. Parece como si asistiéramos a la visión de un sueño en el que la piedra se contagia asumiendo una blandura y sutileza vital, a poca distancia está la Torre de los Anguillara, llamada Casa de Dante, hoy es una sala de exposiciones. El centro del barrio es la Piazza di Santa Maria in Trastevere, bulliciosa y colorida, en donde se ubica la iglesia de Santa Maria, que nos reciben unos estupendos mosaicos. Ascendiendo por sus callejuelas llegaremos a territorio Hispano, La Academia Española, donde se sitúa también el Instituto Cervantes, aquí en la misma plaza esta la Chiessa di San Pietro in Montorio y en su patio otra de las pequeñas-grandes obras de la arquitectura romana, el Tempietto Bramante, regalo de los Católicos Reyes Hispanos, Isabel y Fernando, los de tanto monta, monta tanto, para conmemorar en la capital Italiana la conquista del Reino de Granada.
Seguiremos ascendiendo hasta llegar a la colina del Giannicolo, inigualable balcón de la ciudad, un remanso de paz después de tanto ajetreo, descansamos y nos llenamos del atardecer desde ella. Todo a nuestro alrededor nos recuerda a Garibaldi, es como si el general se hubiera adueñado de esta loma o se hubiera quedado aquí para siempre. Nos toca descender ahora, para lo cual buscamos nuevas calles que nos llevan hasta el Palacio Corsini, retornado de nuevo al centro de Barrio en donde encontramos agradables terrazas que calman con fría cerveza nuestras gargantas, mientras una agradable música callejera calman nuestros oídos.
En nuestro caminar recuperamos el río, ese mítico Tíber que es abrazado por la ciudad y del que casi no he comentado. En realidad es protagonista de Roma, todo parte de él y casi todo está en su rededor, lo cruzamos por su Puente Cestio, construido en el 46 a.C. cuando Cesar parte para conquistar Hispania, el que contemplamos en la actualidad data de 1892, por él accedemos a la Isla Tiberina (Isola Tiberia o Isla del Tíber), la isla de la medicina. Según la leyenda fue una gran nave en la que se trasladó la serpiente de Esculapio (símbolo de la medicina) y que trajeron a Roma desde Epidauro para que librase a la ciudad de una terrible epidemia de peste. Siendo la isla consagrada a la medicina en el 62 a.C.
Salimos de ella por el Ponte Fabrizio o Puente de las 4 cabezas, este toma el nombre de su constructor en el año 62 a. C., en sustitución a uno anterior de madera. La alusión a las cuatro cabezas se debe a la columna rematada por las mismas, que se localiza en el soporte inicial. Paseamos ahora río arriba por su orilla, recorriendo su enorme meandro hasta el Palazzo di Giustizia, esa mole de edificio al que los romanos han apodado acertadamente como "Palazzaccio". Comienza a vencer la noche al día, son esos momentos mágicos de luz y mientras pasamos por los puentes de Garibaldi, Sisto, Mazzini y Vittorio Emanuele, comienza a enseñarse el Castel Sant'Angelo de inconfundible silueta. Es hora de tomarse un “campari” en La Mela Stregata, Piazza Pasquale Paoli 1, a orilla del Tíber, con hermosas vistas del Castillo y el Ponte Sant'Angelo iluminados al atardecer.
No es imprescindible, pero si os aconsejo si visitáis la Ciudad Eterna haceros con la Audio-Guía “guia de Roma”, que nos ilustrará bastante en nuestros recorridos por los distintos monumentos de la urbe.
Hemos descubierto una ciudad elegante es sus ciudadanos y establecimientos, tranquila en cuanto a su cotidianidad, al contrario de lo que nos habían contado, limpia que no reluciente, simpática y amable, no muy cara, que no barata…………en fin unos días de trasiego recorriendo lugares llenos de historia y sabor romano. Quedan pendientes unas letras que no tardaran en salir, sobre la otra Roma, la Imperial, la de los Cesares, origen de esta y merecedora de una atención especial, si estás interesado en ellas, pincha aquí.
Buenasss.
ResponderEliminarEl texto junto con las fotografías con un toque personal consiguen hacer que al menos yo desee volver a la ciudad eterna, (aún más..)
Muy buen trabajo, Pablo
Al fin te pusiste delante...o eso creo...
Muy interesante, para la proxima vez me llevo tu guia me da la sensacion de haberme perdido casi todo,aunque solo andar esta ciudad ya trastorna;creo que es la unica imprescindible,y se deberia ir repetidamente siempre que se pudiera.Yo no me perderia los museos capitolinos y el museo Bernini
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