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Un púrpura pálido, un rojo ocre domina toda la ciudad, es el color de la tierra del sur marroquí, de los valles situados al norte de las altas montañas del Atlas, es el tono de la “Ciudad Roja”, el matiz que nos acompañara durante nuestro curiosear por Marrakech, la Capital del Sur.
Todo en norte africano, lo que denominamos el Magreb ha estado habitado desde tiempos primitivos por tribus beréberes, denominación romana de los imazighen “hombres libres”, que conforme a algunas teorías, su origen estuvo en el Cáucaso y que según otras serian el umbral de los vascos de por aquí; nosotros los iberos, en argot ramplón-macarra y en inmerecido modo despectivo les apodamos moros. Sus creencias religiosas se basaron inicialmente en la magia y la brujería, hasta que fueron islamizados. Estas tribus fueron el embrión sobre el cual la ciudad de Marrakech se fundó, al ser un lugar estratégico y punto de encuentro de las caravanas que cruzaban el Atlas hacia el África negra a través del Sahara. Cumpliendo dentro de pocos lustros los mil años de existencia, ha servido de origen al nombre de Marruecos, del que fue capital durante varios periodos hasta 1911.
Tras la caída del Imperio Romano, estos pueblos empezaron a expandirse, especialmente con su islamización y como defensores de la ortodoxia musulmana, hasta llegar a conquistar Hispania.
Algo de su historia
Marrakech se fundó el año 1062, siendo su creador el sultán almorávide Yusuf Ibn Tashfin, quien intervino en la península ibérica intentando unificar los reinos de taifas, ante el avance cristiano desarrollado por Alfonso VI tras la toma de Toledo. A su muerte le sucede su hijo Alí, quien con la construcción de canales subterráneos “khettaras” o qanats, palacios y baños públicos incrementó el desarrollo de la ciudad, al estilo y copia de Al Andalus.
Durante la Edad Media, la dinastía de los almorávide "el morabito"; una especie de monjes-soldados, consagrados a la Jihad, la guerra santa para convertir a los no creyentes, similar a lo que fueron en la cristiandad los templarios; harán de Marrakech una ciudad envidiada por sus excelentes pensadores y artistas, así como por la belleza y desarrollo de la cuidad, de este periodo solo ha quedado la Koubba almorávide de Ba’adiyn, situada muy próxima al palacio que aloja hoy en día el Museo de Marrakech.
Vencidos los almorávides, se instaló la dinastía de los almohades, "unificadores" del Islam, beréberes que negaban la intercesión de los morabitos o santones ante su dios Ala. El período almohade fue una época de gran grandiosidad para Marrakech, algunas construcciones aun nos la recuerdan, como la monumental Bab Agnau, majestuosa entrada de la Kasbah, fortaleza en la que existe también una mezquita. Durante este periodo se construyo la Mezquita Kutubia inspirada en el arte del Al Aldalus, se embelleció la ciudad con los Jardines del Agdal y el estanque de la Menara. Otros lugares del imperio también fueron ejecutados en esta época como la inacabada Torre Hassan de Rabat y en Hispania la Torre del Oro y la Giralda en Sevilla, así como la torre de Espantaperros en Badajoz.
En 1230 el califa Al-Mamun llama en su ayuda a Fernando III “El Santo” rey de castilla para recuperar Marrakech; que antojos de la historia, una persona a la que el Papa de Roma canonizó años después, ayuda a los infieles en los entresijos de su guerra santa, paradigmas de la historia que 800 años después vemos como se repiten.
Los incesantes descontentos e intrigas internas durante el siglo XIII, significaron el fin de los almohades cuando el sultán merinida Abu Yusuf Yacub penetró en Marrakech en 1269 y profanó las tumbas almohades. Finalizando el fin de esta dinastía y comenzando la de los merinidas, que gobernaron la ciudad durante los dos siglos siguientes. Estos establecieron la capital en Fez, decayendo el esplendor de la cuidad al trasladarse sus artesanos e intelectuales a la nueva capital. Pero las disputas internas permanecían y el desmembramiento del imperio musulmán era ya irremediable. El último sultán merinida fue asesinado en 1465 y el reino musulmán de Granada cayó en 1492.
Les sucedió otra nueva dinastía, la saadita que reinó hasta 1654, estos habían vivido en la región próxima a Marrakech durante casi dos siglos sin hacerse apreciar. En los inicios la lucha interna por el poder fue terrible y se identificó por la persecución y muerte de familias rivales completas de saadíes y aun dentro de la misma estirpe.
Moulay Abdallah desde su llegada al trono en 1557 comenzó por eliminar a todos sus competidores familiares potenciales; sus hermanos Abd El Malik y Ahmed El Mansur tuvieron que huir a Argelia. A partir de 1558, este monarca reunió en un barrio a todos los judíos de Marrakech - el Mellah creando así uno de los primeros guetos. Durante su mandato se edificaron la mezquita y la fuente Mouassine y la reconstrucción de la Medersa Ben Yussef.
En 1578 llega al poder Ahmed El Mansur, durante los 25 años de su reinado este monarca, extendió el imperio desde el Atlántico hasta Egipto, sometiendo a Sudán. Sus victorias aportaron a la ciudad muchas riquezas, entre ellas gran cantidad de oro, por lo cual fue conocido como "El Dorado". La ciudad se vio embellecida y recuperó su antiguo esplendor; hizo construir el Palacio El Badi, conmemorando la victoria contra el ejército portugués en 1578, una nueva kasbah, siendo también es el responsable de la ejecución de los elementos mas sobresalientes de las Tumbas Saadies. Su pasión por las ciencias y la literatura hicieron de la ciudad una gran capital cultural. Pese a su gusto exagerado por el lujo es recordado como un gran rey, respetado, admirado y sobre todo temido, siendo uno de los más extraordinarios sultanes del mundo, llegando a conquistar la mítica Tombuctú.Al morir sin designar sucesor, resurgieron antiguas disputas. El país se hundió en el caos y el hambre. Dando pie a los pocos años a la entrada de una nueva dinastía, los Alauitas, que tomaron el poder en el siglo XVI.
Estos son descendientes directos de Mahoma por parte de su hija Fátima casada con Ali, de donde procede el nombre de Alauíes, dinastía a la que pertenecen desde entonces todos los reyes que ha tenido el país y de ahí la denominación de "reino alauita".
Mulay Ismail gobernó durante 55 años hasta 1727, megalómano y cruel, es pese a ello recordado como el más grande dirigente del Islam de su época. Creó un ejército de 150.000 hombres formado con esclavos que tenían la obligación de reproducirse con las mujeres de un gigantesco harén; los niños eran educados como soldados perfectos. Setecientos rivales fueron decapitados durante su mandato, despojó la ciudad de origen romano de Volúbilis para recobrar sus materiales, tambien arrasó el magnifico Palacio El Badi, para vengarse de la dinastía Saadí. Se comenta que su harén estaba formado por 400 mujeres, llegando a tener más de mil hijos.
Durante el convulso siglo XIX Marrakech sufre los avatares históricos del propio Marruecos donde franceses, portugueses y españoles impusieron sus intereses coloniales, justificándolos unas veces para eliminar a los corsarios, otras por represalias por permitir la piratería, pero con el único fin del control de sus riquezas naturales y su privilegiada situación de puerta de África.
En 1894 con 16 años de edad, accede al poder Moulay Abdelaziz, entregado a los deportes, las fiestas, el lujo y con el país hundiéndose por las deudas, firmó en 1906 un tratado, que repartía el reino entre Francia y España.
Durante ese periodo, fascinados por la cultura oriental comenzaron a llegar gran cantidad de franceses a Marrakech, muchos de ellos instalándose definitivamente, adquiriendo y recuperando antiguos los riads en la Medina de Marrakech, creándose también el nuevo barrio europeo de Gueliz, ubicado extramuros.
Pero no tardando estallaron, sobre todo en Marrakech, los disturbios y revueltas a favor de la independencia. Para conseguir mantener el control, el gobierno francés hizo un pacto con Thami el Glaoui, uno de los señores de la guerra que estaba al frente de las tribus de las montañas del Atlas, nombrándolo en 1912 señor de Marrakech, dándole carta blanca sobre la ciudad y todo el sur marroquí. El Glaoui se instaló en un palacio de la ciudad y desde allí gobernó con dureza durante más de 40 años. Extravagante, cruel déspota y amante de los excesos, siendo también un personaje astuto y brillante, que organizaba solemnes banquetes para sus invitados a los que agasajaba con espléndidos regalos.
El protectorado duró hasta el regreso del exiliado rey Mohammed V en 1956 y la "Perla del Sur" como también han dado en llamar a Marrakech, al igual que el resto del pais consiguió su libertad e independencia colonial,......................... aunque para la plena, la de sus habitantes todavía les queda.
No quiero dejar de mencionar en estas notas dos personajes importantes relacionados con la ciudad y que por ser de origen hispano se merecen unas letras. Uno es el cordobés del siglo XII Averroes, de origen árabe, musulmán, librepensador, filosofo y sobre todo uno de los mejores médicos de su época. Al que, quien fuera el primer Presidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina, quiso reconocer sus aportaciones poniéndole su nombre al hospital “12 de Octubre”, pero los sectores mas rancios de la sociedad madrileña, los que ahora nos “gobiernan” este Madrid, trastocaron esa consideración a este personaje, que por sus ideas libres y tolerantes, en una época de intransigencia e integrismo religioso, fue expulsado de su país “Al Andalus” y exiliado murió en Marrakech en ll98.
El Otro prójimo al que quiero rendir deferencia es Juan Goytisolo, escritor, “España y los españoles”, el cual vive afincado en Marrakech desde ya hace muchos años. Crítico con los críticos de lo que se denomina la “emigración ilegal”, sus libros estuvieron prohibidos en España desde 1962 hasta 1976, no siendo difícil cruzarse con él a primeras horas de la mañana en las proximidades de la plaza Jemaa el Fna.
Un paseo por la ciudad
Cualquier recorrido que hagamos por la ciudad comenzará o concluirá en la inmensa y singular plaza de Jemaa el Fna, centro incomparable de la medina o barrio viejo y espacio donde observaremos las más variopintas actividades. Desde ella buscaremos la calle Riad Zitoun el Jadid y en dirección sur iremos en busca del Palacio Bahia, esta calle es un alboroto de comercios de todo tipo, concurrida por multitud de personal que a cualquier hora del día la transitan, es uno de las pasos principales de la medina y al recorrerla tendremos que esquivar las motos y bicicletas, que como practicando slalom sortean a los viandantes que por ella circulan. Antes de llegar al palacio nos desviaremos a la izquierda, para no sin preguntar dirigirnos al museo Dar Si Said, alojado en un hermoso palacio del siglo XIX en el que podremos ver piezas interesantes de las zonas del sur marroquí.
El palacio Bahia fue mandado construir a finales del siglo XIX y podemos ver en él sus patios y algunas de las 150 habitaciones de las que dispone, esta decorado con arabescos al estilo tradicional árabe, pero nada comparable a nuestra Alambra granadina.
Rodeando el palacio esta el Mellah, es la antigua judería, el barrio judío de la ciudad donde se asentaron los judíos expulsados de España. En el podemos encontrar dos sinagogas y un cementerio hebreo. Esta rodeado por una muralla que lo separa del resto de la medina; calles estrechas y casas con las paredes desconchas, dan la impresión de abandono, conservando un mercado cubierto muy animado, que no esta aun todavía inundado por los multicolores turistas; también podremos visitar aquí un pequeño zoco de joyerías y un animado mercado de especias en el que os aconsejo hacer las compras de estas esencias culinarias.
En las proximidades podemos visitar el palacio Badil, o mas bien sus ruinas (en su dia fue considerado una de las maravillas del mundo), ya que al esplendor de sus construcción en el siglo XVI por el sultán El Mansur, se topo con la necedad y la envidia de Moulay Ismail que al no poder construir otro que le pudiese igualar, ordenó su despojo y destrucción.
Ya será hora de comer y para ello en las cercanías, encontraremos en la Plaza des Ferblantiers unos restaurante en la calle, en los que a buen precio podemos degustar cous cous, tajine e incluso unos guisos de lentejas o judías.
Estamos cerca tanto del Palacio real como del Palacio de Moulay Idriss, pero no os molestéis en intentar visitarlos, son propiedad de la familia real y aquí todo lo “real” es intraspasable, intocable y casi innombrable.
Ahora toca turno a la visita de las tumbas Saadíes, que ha sido el secreto mejor guardado de toda la ciudad durante casi 500 años, construidas en medio de la ciudad en el siglo XVI, no supo de su existencia hasta 1917, en los que unos oficiales franceses indagaron sobre que habría detrás de unos muros. Hoy son unos de los lugares mas visitados en los que encontraremos mas de 100 tumbas, entre las que destaca el mausoleo principal donde esta enterrado El Mansur y su familia
A poca corta distancia de las tumbas está Bab Agnau, la puerta de acceso a la Kasbah, es una de las puertas más bonitas de la ciudad, realizada en el siglo XII en piedra y no en ladrillo como la mayoría de los edificios.
Es hora de ir retornado a la plaza y lo haremos por la calle Ibn Rochd hasta el final donde nos cruzaremos con la Avenida de Houmman el Fetouaki, en el nº 13 encontraremos la “Patisserie fine de Marrakech”, lugar idóneo para tomar te junto a los mejores pasteles de la ciudad. Desde aquí ya no nos perdemos en llegar a la Jemaa el Fna, comenzará a atardecer y será el momento de repetir el te en algunas de las terrazas que los cafés de la plaza tienen en sus azoteas, desde las cuales cientos de turistas ascendemos a ver ese espectáculo de transformación, no solo del dia en noche. El inmenso espacio se transmuta en multitud de chiringuitos de comida, corros variopintos de gentes llenan por doquier cualquier lugar, mujeres que hacen tatuajes con henna, llamativos vendedores de agua, músicos, malabaristas, cuentistas, sacadores de muelas, encantadores de serpientes, puestos de esencias afrodisíacas, vendedores de cualquier cosa se instalan en ella, ofreciéndonos un espectáculo gratuito (salvo el precio del te), como si una obra de teatro se tratase.
Al contrario que todas las guías que sobre la ciudad se refieren, no recomiendo cenar en esos chiringuitos, y no es por cuestión de higiene que se la supone. Estos establecimientos al aire libre, que hace veinte años eran verdaderos “restaurantes” en los que cenaba la población local, se han convertido en una atracción turística más. En la actualidad solo encontraremos, minúsculas raciones cuya elaboración deja enormemente que desear. Entremos a los zocos y dejémonos llevar por el olfato hasta alguna humeante parrilla, en donde podremos tomar unos keftas de carne picada, acompañados con alguna ensalada marroquí.
La plaza y el conjunto de la Medina, fortificada con las murallas edificadas en el siglo XII, está protegida por un cordón de bastiones hechos de tierra roja, que encierran un laberinto de callejuelas y palacios, mercados y mezquitas, cúpulas y miranetes, que han sido declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1985.
Dedicaremos otra jornada a visitar el resto de la ciudad. A primera hora el Jardín de La Menara estará en su esplendor y todavía no habrán llegado los autocares con los “japos”; situados al este, fuera del centro urbano y a unos 3,5 km. de la plaza, están dominados por un gran estanque de agua, desde donde sale el sistema de riego para todos los parterres de olivos y frutales que hay a su alrededor. Los jardines fueron realizados en el siglo XII, en la época almohade y a medidos del siglo XIX se ejecutó el pabellón de teja verde, que sirve de modelo para muchos carteles de promoción turística de la ciudad.
Continuamos nuestro paseo esta vez por la zona norte de la medina y nuevamente desde la animada plaza, introduciéndonos en sus souks (zocos) que ya a esta hora estarán en plena efervescencia, nos dejamos llevar por ellos guiándonos por los olores, practicamos el regateo aun sin tener que comprar, forma parte del guión, buscamos rincones oscuros y recónditos, husmeamos patios, atravesamos puertas, nos fundimos en ese bullicio de voces, quincalla y color.
Salimos de este Corte Ingles de la edad media y preguntamos por el barrio de los tanneries (tintoreros), que aunque no tienen los colores ni la dimensión de los de Fez, es curioso acercarse hasta allí, aunque sea por el simple hecho de recorrer esas callejas algo alejadas de la colorida presencia de foráneos.
Al retorno es visita imprescindible la Medersa de Ben Youssef, sin duda el edificio mas hermoso de todo Marrakech, se trata de una escuela coranica fundada en el siglo XIV, cuyas celdas de estudio rodean un bello patio con paredes de arabesco, presidido por pequeño estanque que contribuye a crear esa atmósfera de paz y sosiego, que después del ajetreo urbano se agradece.
No muy lejos en un palacio del siglo XIX celosamente restaurado encontramos el Museo de Marrakech, que si bien recoge obras de arte marroquí contemporáneo, merece la pena por ver en si el edificio y sus patios. Justo enfrente de el museo, en un lateral de la plaza encontramos la Koubba almorávide de Ba’adiyn, único resto que queda en la urbe de los fundadores de la ciudad.
El resto del dia lo podemos dedicar a visitar los Jardines Majorelle y la Kutubia. Los jardines diseñados en los años treinta por el pintor Jacques Majorelle, fueron adquiridos después por Yves Saint Laurent para crear allí un museo de arte islámico y reconstruirlos con un intenso azul cobalto, inspirando un estilo lujurioso y sensual.
Para terminar el día nos acercaremos al minarete de la Kutubia, a esa hora de la tarde cuando el sol comienza a declinar y los colores tiñen de rojo mas aun la ciudad, a esa hora la torre de llamada a la oración se tiñe de ocre, dándole un aspecto mas sobresaliente si cabe. Símbolo de la medina y situada muy próxima a la plaza, la Kutubia se construyo a finales del siglo XII a semejanza de la Giralda Sevillana, siendo con sus 77 mts. el edificio mas alto de todo Marrakech, al que como su hermana bética se asciende por una rampa, dando la posibilidad en su tiempo de coronarla a caballo.
Sobre la ciudad, dominándola, se encuentran las altas montañas del Atlas como si del Guadarrama madrileño se tratase. Si disponemos de tiempo es aconsejable visitar algunos sitios ubicados en las proximidades de sus valles.
El Valle de Ourika se introduce poco a poco hacia las cumbres, según vamos avanzando se estrecha haciéndose mas verde y húmedo, es un oasis en estas tierras vacías del sur marroquí, hasta aquí también ha llegado la marabunta multicolor de los visitantes, pero aun así podemos disfrutar de sus poblados arrimados a la orilla del río, a los que accederemos por rústicos puentes colgantes, al final del asfalto encontramos la aldea de Setti Fatma, desde ella un sendero al otro lado del río trepa, entre chiringuitos de cacharrería varia y terrazas de te, hasta las siete cascadas que una tras otra se suceden en uno de sus arroyos, el paisaje es agreste y el murmullo de el agua nuestro acompañante, que pena que la falta de control de este desmesurado desarrollo, empañe la belleza de este lugar.
Desde aquí podemos acercarnos a el Puente natural de Imi-n-Ifri, en bereber "puerta del precipicio", situado a unos 130 km. Se trata de un puente cincelado por la naturaleza, que une perfectamente las dos partes del angosto valle del río Mehasseur, abriéndose en forma de pequeñas cascadas entre las grandes rocas del fondo, ubicado en un entorno natural formidable lleno de vegetación.
Pero sobre todo debemos visitar las Cascadas de Ouzoud, ubicadas 70 km. más adelante. Se trata de las cascadas mas grandes e impresionantes del norte africano. El río salva un desnivel de mas de 130 mts. formando tres sucesivos saltos, rotos por varias laminas de agua, el espectáculo es extraordinario y aunque hasta aquí también ha llegado la fiebre de los chiringuitos, que nos rodean en nuestro camino, no deja de sorprendernos la belleza de este entorno, rodeados de agua, vegetación y monos.
Pero sobre todo debemos llevarnos el recuerdo de Marrakech, impregnarnos de esa constante que toda ciudad de cultura islámica tiene, su intensa vida, su incesante trajinar, sus mercados, de los colores, de los puestos que encontramos por cualquiera de sus callejas, de sus miradas, de su intrincado laberinto urbano, de sus gentes, su algarabía y hasta de sus olores que nos sirven de consejeros para recorrerla.
Una maraña humana no solo por la algarabía de sus pobladores, la gran cantidad de foráneos multicolores que la visitamos, nos sumergimos entre sus gentes invadiendo su cotidianidad, cruzándonos con personalidades dispares a cada instante, viendo como comparten charla una mujer que solo nos deja ver de su rostro unos hermosos ojos negros, con una joven que liberada de su “hiyab” (pañuelo de cabeza) nos muestra por debajo de su falda unas bonitas piernas incluida sus rodillas o como pasean cogidos de la mano dos fornidos jóvenes, uno vestido de chilaba y el otro con vestimenta occidental, tomarse el primer zumo mañanero de naranjas y limón en algunos de los puestos de la plaza, perderse por la medina buscando salidas a calles que no la tienen, pasear temprano por los zocos antes de que las tiendas abran, recorriendo sus calles y sus plazas en compañía de la temprana soledad de la mañana, buscar los clarososcuros de sus luces y la noche, pasear la noche, dejándonos llevar por sus espacios oscuros que siempre nos llevaran a la gran plaza, ese espacio que por al noche se transforma en restaurante callejero y que aunque haya perdido la autenticidad que tuvieron en el pasado aun mantiene esa magia de tiempos atrás.
Marrakech es un contraste de sensaciones, un cóctel de impresiones, en donde sin lapsus pasamos de la oscuridad de un pasadizo en una calle, a la transparencia de la luz de un patio descubierto, de las humeantes brasas de un rustico bareto callejero, a las luces de neón que nos invitan a tomar una jugosa hamburguesa, reflejada en una fotografía de su fachada...............................Marrakech es una ciudad a la que siempre se quiere volver.
Es la primera vez que leo un artículo tuyo sin haberte acompañado. Pero en tu forma de describir la ciudad es como si hubiera estado. Aún me gusta más que cuando he leido sobre otros lugares que he paseado y descubierto contigo.Si bien recuerdo esta ciudad por haberla visitado juntos, estoy deseando volver a ella como dices en tu relato .. . . Siempre, siempre . . . nos quedará Marrakech. Un beso, Elena.
ResponderEliminarExcelente articulo, se nota tu admiración por esta cultura y por esta gente, aunque he de decir que yo no la comparto, puede ser mi desconocimiento, ya se sabe que se teme lo que se desconoce, pero quizás con artículos como el tuyo deje algún día mis recelos...
ResponderEliminarÁnimo, Perolo.
ya se sabe que se teme lo que se desconoce, pero quizás con artículos como el tuyo deje algún día mis recelos...
ResponderEliminaryo soy de Marrakech no sabia tanto sobre mi ciudad pero he aprendido mucho sobre este articulo muchas gracias.
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