Reclamados en demanda de atención por el sur soriano, nos acercamos hasta allí con el intento de conseguir desterrar el desdeño, la desidia y hasta la indiferencia hacia esas tierras ásperas y menesterosas, que por tiempos han estado prácticamente postergadas y relegadas al olvido, aunque hoy igualadas a otras comarcas de la Soria mas pujante ante el equilibrio generado por la sangría de la despoblación. Dirigimos nuestros pasos hasta los páramos que se extienden entre Berlanga y Retortillo, al septentrión de la Sierra Pela donde se afincan algo mas de una docena de poblaciones, que todo descendiente numantino debería de conocer. Una comarca por la que se transita hacia la “nada”, una nada formada por rasos casi estériles donde apenas sobrevive la vegetación, suelos calizos barridos por los vientos de otoño, dominio de los tomillares y aisladas encinas, donde solo es posible el cultivo de secano en aislados vallezuelos, así como en las escorrentías de abrigadas barrancas, es el dominio de lo inerte, la “Castilla” desamparada, modesta e infortunada a la que ni siquiera los capitalinos sorianos se acercan a conocer.
Concretamente nos situamos en el tramo alto del río Talegones entre las poblaciones de Torrevicente y Lumías. La primera de ellas hoy anexa a Retortillo (distante 8,5 km.), perteneció a Guadalajara hasta 1833, año en el que se remendó la división provincial de este país tocándole a Soria perder casi un tercio de su territorio, alcanzando por aquel entonces los 14.163,40 km2, siendo la segunda provincia de Castilla la Vieja, solo superada por Burgos. Quedando después del apaño con una extensión de tan solo 10.306 km2. siéndole asignados cinco partidos judiciales (Soria, Almazán, Ágreda, El Burgo de Osma y Medinaceli), 345 ayuntamientos y 540 núcleos de población (2 ciudades, 82 villas, 364 lugares, 83 aldeas, 3 barrios, 48 granjas, 4 casas y 65 despoblados). Hoy tiene apenas 183 ayuntamientos y 510 poblaciones, habiendo pasado durante mediados del siglo XIX de tener 198.107 habitantes, según el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz de 1849, a 88.277 habitantes sobre el censo a 1 de enero 2022.
A mediados del siglo XIX, el mismo Madoz nos habla ya de “despoblados”, siendo esta ”ralea” la adversa variable o “sino”, que se repite a lo largo de la historia en nuestra provincia. El Censo del Marques de la Ensenada de 1756, nos relaciona 83 núcleos deshabitados entre los datos generales de estadística: 731 localidades catalogadas como independientes, de las que solo 4 tenían el rango de ciudad (Soria, Osma, Alfaro y Calahorra), 132 eran villas, 482 se califican como lugares y 30 granjas o términos redondos, alcanzando por aquel entonces una población de159.534 habitantes. Apenas 30 años después, el Censo de Floridablanca de 1787 contabilizaba alrededor de 76 despoblados. Siendo esta comarca del medio día soriano en la que mas se ha cebado esta situación a lo largo del tiempo, por sus específicos condicionantes en pobreza de suelos, escasez de recursos hídricos y sobre todo en el estado de las comunicaciones durante los tiempos pretéritos.
No es de las zonas mas prosperas, pero si de las que tienen una historia mas creativa e interesante, ya que pertenecieron a la "Marca Media" en tiempos de las rencillas entre musulmanes y cristianos. Antes de ello, las tribus de la edad del bronce y del hierro se dedicaron a dejar su impronta en las rocas de sus barrancales, encontrándose aquí los segundos mejores restos de arte rupestre de toda la provincia, solo superados por las pinturas existentes en los abrigos de Valonsadero, cercanos a la capital soriana. No solo por la existencia del extraordinario y sobresaliente poblado arévaco de Tiermes, toda la zona está jalonada por distintos asentamientos de la edad del cobre-hierro conformando un sobresaliente conjunto de “castros”. Así mismo se han podido localizar un buen numero de apriscos y abrigos rocosos con gravados e incisiones de distintas épocas al norte de la Sierra Pela, en las proximidades de Retortillo, Castro y Valvenedizo, toda vez que esta alineación montañosa de escasa altitud y divisoria de las cuencas del Duero y Tajo, fue posiblemente frontera entre las tribus celtiberas de carpetanos y arévacos.
Pero centrémonos en nuestro propósito. El río Talegones, con un curso de sur a norte que supera los 45 km. es afluente directo y puro del Duero, ¿prácticamente? cien por cien soriano, y aquí la controversia, pues mientras que unos dicen que su nacedero está en Retortillo de Soria (copia y pega del Mapa Geológico de España de 1890 en la provincia de Soria), otros defienden que se sitúa en el termino de Hijes (Guadalajara). A mi neutral e iletrado entender, bajo la observación de la cartografía disponible y el trabajo de campo, creo que nace a 150 mts. de la linde soriana pero en tierras alcarreñas de Hijes, aunque el resto de su recorrido lo hace por tierras de la mas levantina provincia en la Vieja Castilla.
Tras cruzar Retortillo, nuestro río ha cincelado en las calizas rocas, un sorprendente barranco en el que se suceden si parar los meandros. Cruza Torrevicente, Lumías y Cabrerizas, franqueando a escasos 1700 mts el casco urbano de Berlanga de Duero, para ceder sus aguas al Duero algo por debajo del “Puente Ullán”, histórico pasadero del gran río soriano y lugar donde acaecieron escaramuzas contra los franceses, así como fusilamientos a comienzos de la guerra civil.
El Talegones no es un río en verdad caudaloso, que unido al calizo cauce kárstico por el que discurre, provoca que en tiempos de escasez de lluvias como es el caso, sus aguas se filtren en varios puntos desapareciendo en algunos tramos. Estando sus “coladeros” más palpables en Torrevicente, apareciendo las aguas nuevamente en Lumías, y volviéndose a esconder en Arenillas. Sobre este tema nos trasmite Isabel Goig en su libro “Fuentes, fuentecillas y manantiales de Soria”,–El río Talegones también se sume a la altura de Torrevicente, para resurgir en Lumias y volverse a perder en Arenillas-. También nos relata que el cauce con el que discurre durante su trazado es muy inferior a lo que debería ser en relación a su cuenca hidrográfica, debiendo sus aguas recorrer un itinerario subterráneo que verán la luz en “Los Fontarrones de Gozmaz”, donde el Duero recibe unos 4 m3/segundo.
Por las orillas y proximidades del Talegones también se asentaron los “antiguos” dejando muestras de ello, habiéndose encontrado grabados rupestres en varios abrigos cercanos a la aldea de Torrevicente, así como restos humanos y de industria lítica posiblemente celtibéricos (siglos II y I a. C). Igualmente asentaron sus reales por aquí los romanos, dejando huellas a través de las calzadas que unían Uxama (Osma) con Tiermes, Ocilis (Medinaceli) o Segontia (Sigüenza). Como es el caso de la que pasaba por Brías, dando nombre a la interesante, ruinosa y románica Ermita de la Virgen de la Calzada, ubicada en un bucólico emplazamiento a las afueras de la población. Siendo así mismo de época romana el Cantón de la Cruz y los Cantos Milleros que nos encontramos a las afueras de Retortillo.
Fue en la aldea de Torrevicente -parece ser que en el cerro de Castilviejo- donde el caudillo Almanzor venció y dio muerte a su suegro Galib, excelso general del califato de Córdoba, que además se encontraba ayudado por los mandatarios cristianos García Fernández (Conde de Castilla) y el hermano de Sancho II rey de Pamplona, Ramiro Garcés quien también pereció en la batalla. Repoblada esta comarca por los castellanos a fínales del siglo X y comienzos del XI, perteneció a la extendida “Tierra de Atienza” y al “Señorio de Paredes”, hasta que con la nueva división territorial del estado de 1833 (ya comentada), pasaran estos territorios a la provincia de Soria, partido judicial de Medinaceli (distante 65 km), a la que por aquellos tiempos se tardaba en llegar caminando 12 horas. También el “Cid” parece que transita estos paramos camino de sus destierro, pues tras cruzar el Duero por Navapalos y pasar la noche en la Figueruela, el noveno día de su exilio cruza por Retortillo para atravesar la Sierra de Miedes y penetrar en territorio sarraceno de la taifa de Toledo.
De Torrevicente destaca la ubicación de su trama urbana, que podemos contemplar desde la curva que hay antes de descender a su caserío. Situado el oteadero en la proximidad de un conjuradero, nos regala unas esplendidas vistas de la aldea y su entorno roquedo. Como así mismo podemos observar la potente iglesia de la Navidad de la Virgen, donde se puede reconocer una pila bautismal “románica”, complementando la panorámica con la “gótica” ermita de la Soledad, que percibimos en primer termino.
Aguas abajo del barranco encontramos la aldea de Lumías, que aun asentada en medio de terrenos áridos y pedregosos es un verdadero oasis de humedad y vegetación. Un pequeño, tranquilo y coqueto pueblín, cuyas casas se diseminan a lo largo del cauce de Talegones –ya con agua renacida- por debajo de los farallones rocosos. Esta pequeña y humilde población de apenas 6 habitantes, está mimetizada y perfectamente adaptada a las características de la hoz donde se asienta, estando ubicados en las oquedades y zócalos de sus paredes palomares, tainas y colmenares que ya se encuentran en desuso. Interesantes es también su iglesia, consagrada a Nuestra Señora de la Asunción, de origen románico (s. XIII) estilo del que solo subsiste el ábside, ya que se reformó sustancialmente durante el siglo XVI.
También en Lumías, concretamente en el barranco que desemboca en el Molino Blanco, encontramos el grupo de tainas de las Cerradas Nuevas, una de las cuales está cubierta de techumbre vegetal. De las pocas que podemos observar ya en la provincia y que todavía está en uso, toda vez que el declive de la ganadería ovina y el laborioso mantenimiento de estas construcciones las esta abocando al abandono y la ruina.
Para los celtiberos, las “lumías” eran unos míticos personajes que habitaban los cauces de los ríos, cual ninfas de aguas dulces con aspecto entre animal y humano, cuerpo de mujer y cola de serpiente. Siendo estas legendarias náyades, las que dieran nombre a la aldea y generaran a lo largo de la historia multitud de leyendas, algunas de las cuales han llegado a nosotros a través de curiosos personajes como D. Francisco, cura del Burgo de Osma, que ya en 1981 relato algunas de las fábulas que corrían por las bocas de los vecinos, o también del que fuera guardián de las ruinas de Termancia por aquellas épocas Doroteo García, tal y como recoge el blog de “DescubreCastilla”:http://descubrecastilla.blogspot.com/2012/11/leyenda-de-la-lamia-de-lumias-la-soria.html o este otro enlace de “pelendones-mariodiaz”: http://pelendones-mariodiaz.blogspot.com/2017/09/lamias-y-brujas-sorianas.html. Los cuales sirven de mágico complemento a estas letras, y de descaso de ellas si es que estas interesado sobre las fabulas de esta comarca en la mágica Soria.
Arenillas, Alaló, Paones y Brías complementan las poblaciones de estos lanchales del sur soriano, donde podemos en cada una de ellas encontrar elementos que nos hagan recorrer sus caseríos, descubriendo secretos que dejo a la exploración del lector encontrar, pero que en algunos casos nos harán sorprender y hasta admirar.
La Ruta:
Nos proponemos ahora recorrer el cañón en su trazado mas sugerente, desde Torrevicente a Lumías, donde el río ha cincelado a su paso un impresionante tajo a través de escarpados riscos, que se suceden unos tras otros en las sucesivas curvas que el paso de las aguas han ido creando en sus calizas rocas, propiciando unas impresionantes panorámicas durante toda la ruta. Todo el itinerario se desarrolla por una vereda cómoda y agradable, que transita por la orilla del Talegones al pie de los acantilados que forman el bonito y colorido cañón. Donde además podemos encontrar, si somos duchos en ello y estamos bien informados, de abrigos rupestres con grabados prehistoricos y alguno que otro monumento megalítico.
Si queremos hacer la ruta mas cómoda y llevadera, es aconsejable el acercarnos con dos vehículos, dejando cada uno de ellos en las poblaciones de inicio y final del trayecto (7 km), favoreciendo de esta manera el traslado. Se puede realizar en ambos sentidos y si lo realizamos comenzando de sus respectivas “plazas” (lugar donde se puede normalmente aparcar sin excesivos problemas) el recorrido se aproxima a los 8 km. (7,8), dedicándole con tranquilidad unas 2,30 horas.
Nada mas comenzar, si lo hacemos desde Torrevicente, nos encontraremos el salir de la aldea, justo enfrente, la masa rocosa de la Pena de la Horca. A la que podemos acercarnos tras cruzar el riachuelo para observar la curiosa formación de la "Cueva El Huevo”. Fenómeno natural de ventana abierta en la roca que, como en muchos lugares por estas latitudes, sirve como elemento discordante contra las poblaciones vecinas, en este caso para incomodar a los de la colindante población de Bañuelos (Guadalajara). Atribuyéndoles a estos el lanzamiento de huevos hasta conseguir abrir esta oquedad en la pared caliza de la escarpadura.
Ya plenamente introducidos en la vorágine del barranco, cruzamos por delante de la Cueva del Tío Raimundo, un aprismo más de los existentes en la zona para el ganado. Cruzamos el cauce (que seguramente lo encontraremos seco) y justo al otro lado se halla la Fuente Nueva (posiblemente también seca si es que vamos en estío). Continua el camino entre la abundante vegetación pasando bajo un gran árbol inclinado, hasta llegar a un poste indicativo que nos señala estar en el GR-86 o Sendero Ibérico Soriano. Frente a nosotros y en la vertiente izquierda del cañón observamos una potente y colorida pared caliza, justo al otro lado, en la orilla derecha, y por encima de los cortados se encuentra el lugar de “Castilviejo”, lugar donde antes comente se sitúa la refriega entre Almanzor y su suegro Galib.
Exultante de vegetación desde el inicio, la ruta es un continuo descubrimiento a cada curva del río. En nuestro transitar podemos descubrir entre la variada arboleda que coloniza las orillas del río magníficos ejemplares de fresnos, arces, álamos -alguno con un considerable tamaño en su tronco-, así como potentes nogales en las cercanías de las poblaciones, cuyo ramaje vemos esta protegido por estacas o tutores para que el peso de sus ramas no cedan en exceso llegando al suelo o se quiebren
por el peso. Complementando esta vegetación las aliagas, majuelos, mimbreras, además de las aromáticas que nos regalan su fragancia a nuestro paso, sin dejar de mencionar las carrascas (encinas) y quejigos (robles) que se sitúan en las laderas más aisladas del barranco. Si accedemos hasta aquí en los meses primaverales de marzo o abril nos encontraremos con el espectáculo añadido de ver como las praderas existentes en las riberas del río se cubren prácticamente con una alfombra amarilla formada por flores de narciso silvestre, que serán sustituidas alguna semana después por los granates de los lirios azules, generando en la zona un atractivo añadido a sus otros considerables valores y creando ante nuestra vista un espectáculo sencillamente espectacular.
Continuamos la senda a través de un escenario lleno de magia y encanto, el cual nos presenta a cada curva de la hoz un espectáculo diferente. Una nueva indicación nos marca el itinerario (Torrevicente 1,4 km - Lumías 5,4 km) y debería también indicarnos el corto (100 m) desvío hasta la "Fuente del Chorrón", pero la señalización al manadero ha desaparecido. El lugar, situado a media altura del cañón y bajo el cortado rocoso de la peña, es el idóneo para tomar un respiro y observar el entorno. Una sinfonía de tonos verdosos, que contrastan con los rojizos y grises de las calizas, complementan el espacio circundante, donde solo el silencio es roto por el trinar de las aves.
Retornados a la senda principal, divisando en la parte alta de los cortados septentrionales algunas de las tainas que conforman los Corrales del Raso, como también el vuelo de algunos buitres que anteriormente tomaban el sol encima del cortado. Estos farallones que conforman la hoz sirven de refugio y hábitat a gran cantidad de avifauna, que además del omnipresente buitre, esta constituida por águila real, alcotán, halcón peregrino, cernícalo,.... de entre las grandes rapaces. Además de zorros, conejos y otros vertebrados, completan junto con las curiosas “regaltenas” (nombre con el que denominan a las lagartijas en estos lugares), los compañeros con quien cruzarnos, sin olvidar los corzos, que aun esquivos a nuestra presencia, podremos escuchar sus ladridos entre la espesura de la vegetación.
Como a mitad de camino, sin enterarnos, pasamos de estar en terrenos del Señorío de Retortillo a los del Marquesado de Berlanga. Unos mojones en medio de la vereda nos dan cuenta de ello, demostrando por mas señas que las lindes solo existen en los planos y documentos, manteniéndose estos espacios en plena libertad sin mas limites que los obstáculos generados por la propia naturaleza.
Ya al aproximarnos a Lumías iremos observando como el sendero se ensancha y van apareciendo las primeras tainas en sus rededores. Vemos con asombro como a la entrada de la población existe un cartel indicando -Torrevicente 1 h-, ni caso si es que se os ocurre hacer la ruta en sentido contrario, ya he comentado que os llevara mas del doble de lo allí marcado. Debió de poner la señalización, alguno de esos que se dedica a correr por los montes sin pararse a degustar de la naturaleza que les rodea. Llegados a Lumías el GR-86 continua hasta la aldea de Brias, recorriendo entre encinares y llanas estepas, algún ramal de la Calzada Romana (Uxama - Tiermes hacia Segontia) que transita por la puerta de la ermita de Nª Sª de la Calzada en esta ultima población palaciega.
Durante los meses de verano el cauce del Talegones puede encontrarse sin aparente caudal (seco) toda vez que, por su kárstico suelo, sus aguas fluyen de forma subterránea, apareciendo esporádicamente en superficie solamente en algunos lugares del recorrido. Lo sinuoso de algunos tramos y la densidad de la vegetación en otros, obliga al sendero a cruzar el arroyo en numerosos puntos, para lo cual están dispuestas unas rusticas “pasaderas” elaboradas con potentes piedras.
La parte alta del desfiladero se extiende por extensos paramos prácticamente yermos de vegetación, planicies que se prolongan por el norte hasta la depresión del Duero, y al sur con el limité en las Sierras de Pela y de Bulejo. Solo pequeñas manchas de carrascas y algunos campos para cultivo de cereal rompen la monotonía, así como las ruinas de las antaño numerosas tainas o tenadas, que en tiempos sirvieron para la guarda de los rebaños de ovejas y resguardo de pastores, imágenes comunes en el pasado que ya solo se observan de forma cada vez mas aislada. Tainas que en la zona de Los Aljibes (en la parte alta al note del barranco y a mitad distancia entre Torrevicente y Lumías), pudimos comprobar como en numero aproximado a la decena, han sido arregladas y acondicionadas. Son las conocidas como Corrales del Raso y con unas excepcionales vistas, nos comentaros vecinos de por allí que “habían venido a ellas señores muy importantes”·