Por toda la geografía del interior peninsular podemos descubrir unos espacios que antaño fueron importantes lugares de actividad pero que hoy prácticamente se hallan en el olvido, son las salinas continentales, salinas de manantial o salinas de interior. Contaron en el pasado con todos los privilegios, incluso los reales, pero los nuevos tiempos, la mecanización y sobre todo la mejora de los medios de trasporte, hicieron decaer paulatinamente su actividad hasta la práctica desaparición, beneficiándose de estas transformaciones las salinas de litoral (sal marina), mucho más rentables y con más capacidad y posibilidades de mecanización.
La progresiva implantación y expansión del ferrocarril a lo largo del siglo XIX ocasionó el declive de la industria salinera tradicional o continental, desapareciendo progresivamente hasta mediados del siglo XIX (1850) en un número aproximado a las trescientas salinas, al abaratarse los precios del transporte, floreciendo a partir de entonces las "salinas de mar". Tenido que añadir a esta circunstancia la existencia de otros los métodos de conservación de alimentos mediante el frio que a partir de entonces se comenzaron a implantar.
Desde principios de la humanidad la "sal" siempre ha sido un elemento indispensable para vida humana, y a medida que la civilización iba progresando, se consolidaba como condimento y como agente conservador de muchos alimentos. Ha sido utilizada como factor de trueque o de intercambio, e incluso como unidad monetaria. Usándose así mismo, en la producción de aceites y lácteos, en la elaboración de conservas y salazones, en el proceso de curtido de cueros y pieles, para descongelar placas de hielo o nieve, y para otras múltiples y variadas funciones.
En nuestra latitud los depósitos salinos se originaron por el denominado "Mar de Thetys", que hace alrededor de 150 millones de años cubría parte del continente que ahora conocemos como "Eurasia", comprendiendo gran parte del mismo la Península Ibérica (fundamentalmente la mitad oriental). Con el tiempo, los cambios climáticos y los efectos telúricos, ese mar comenzó a emerger, evaporándose sus aguas y dejando unas enormes y gruesas capas de sales en su superficie, que por la acción de los movimientos tectónicos comenzaron a agrietarse y soterrarse, quedando en muchos casos a decenas de metros de los suelos que pisamos. Siendo las aguas subterráneas existentes en los niveles freáticos, quienes buscando una salida al exterior fueron disolviendo esas sales, formando los manantiales salinos que por gran parte de nuestra geografía podemos encontrar.
Al ser un elemento clave para el desarrollo del ser humano, muchas poblaciones se ubicaron cerca de los depósitos de sal para controlar su comercio. Siendo en la china del siglo XVII a. C. donde se tiene la primera constancia documentada de su uso: un lugar situado en una zona montañosa con abundantes lagos salados al norte de país. Más próximo a nuestras culturas, fueron lógicamente los egipcios los que nos dejan las primeras referencias de su utilización, usándose tanto en alimentación como en ritos mortuorios. Habiéndose encontrados restos de sal en momias datadas en el 3.000 a. C.
Siendo los romanos los que verdaderamente desarrollan su expansión por toda Europa, haciendo de la sal un elemento sustancial en la cotidianidad de sus habitantes. Hasta tal punto que prácticamente que casi todos sus campamentos y asentamientos se instalaban cerca de lugares donde hubiera sal. Creando rutas concretas para el reparto y transporte del apreciado mineral, hasta el punto que a las calzadas que enlazaban sus poblaciones se las denominaba "vías salarias".
De su nombre "sal" proviene "salario". Siendo "salarium" la paga o ración que recibían diariamente en sal los soldados romanos, jornal o "soldada" que posteriormente fue sustituido por dinero.
Para hacernos una idea: un litro de agua marina contiene un promedio de entre 33 y 39 gramos de sal, cantidad muy por debajo de la salinidad que pueden llegar a tener las salinas de interior, donde su concentración oscila entre los 200 y los 240 gramos de sal por litro. En el Mar Caspio encontramos porcentajes de 12 gramos por litro, mientras que en el Mar Muerto esta oscila entre los 350 y 370 gramos. Cada gota de agua marina contiene aproximadamente un 3,5% de sal, poción que nos puede parecer ínfima, pero si acopiáramos toda la sal existente en los océanos sobre la superficie terrestre, cubriríamos todo su espacio con un espesor de 150 mts. de grosor.
Está considerada como el condimento más antiguo usado por el ser humano, siendo el único mineral comestible. Su nombre científico es "halita", atribuyéndole en la antigüedad poderes sobrenaturales. Homero la denominaba “sustancia divina”, los primeros cristianos la vincularon con el conocimiento, la longevidad y la veracidad, siendo los romanos quienes ponían sal en la boca de los recién nacidos para proveerlos de sabiduría.
La primera mina de sal europea de la que se tiene constancia es la de Hallein (ciudad de sal), en la periferia de Salzburgo (Austria), donde los celtas ya explotaban el subsuelo para extraer este mineral. Pero nosotros no nos vamos a ir tan lejos en la distancia, apenas 40 km. de la capitalina Puerta del Sol, pero si mas lejos en el tiempo. Nos situamos en la Vega del río Jarama, ya en su parte final, en el extremo sur del municipio madrileño de Ciempozuelos, prácticamente en la linde con Toledo (250 m.), a unos centenares de metros del cauce del Jarama, a 11,5 km. de San Martin de la Vega por la M-307 y 5 km. antes de llegar al Puente Largo de Aranjuez.
Estos datos nos sitúan en las Salinas Espartinas, una de las explotaciones de sal más apreciables y antiguas de Europa, las segundas más importantes del continente. Minas que a lo largo de su Historia fueron capaces de abastecer el consumo de todo el centro peninsular, conjuntamente con las extensas y majestuosas Salinas de Imón (Guadalajara), así como las de Belinchón (Cuenca) o Villarrubia de Santiago (Toledo). Que si bien disfrutaron de una importancia relevante en el pasado, al presente sufren el irremediable halo que antecede a las tinieblas del olvido.
Las Salinas de Espartinas forman un yacimiento singular dentro del territorio peninsular, ya que prácticamente y sin paréntesis han estado en uso desde Neolítico Final-Calcolítico hasta mediados del siglo XX. Habiéndose encontrados vestigios de su explotación al menos desde Edad del Bronce (hacia el 2.000 a. C). Usándose en aquellos tiempos el sistema de cocción en barro para la elaboración de una torta de sal. Este sistema se fue transformando hasta que en la edad media ya se comenzó a emplear las valsas de evaporación, método que se ha extendido hasta nuestros días.
Motivados por esta remota y perenne actividad, en sus rededores se asentaron las diferentes culturas que se han ido sucediendo en nuestra piel de toro: asentamientos del la Edad del Cobre y Bronce, poblados carpetanos del Hierro, villas romanas (aun pendientes de identificar), así como los sucesivos pueblos que en nuestras tierras se asentaron como los visigodos y los musulmanes. Estos últimos dejando un rastro bien visible que podemos vislumbras en las numerosas cuevas e hipogeos, algunas de las cuales aún conserva los arcos en herradura, y el mihrab de morabitos y mezquitas. También se constata la existencia de construcciones monacales como el convento de San Juan de las Espartinas, del que apenas quedan restos, pero que en 1851 aun estaba en pie y de uso, según las laminas elaboradas por el naturalista suizo Juan Mieg, de cuando se inauguró el ferrocarril Madrid - Aranjuez.
Se tiene constancia de que a finales del siglo XIX existían 19 balsas o eras de evaporación., de las cuales una docena tenían sus paredes recubiertas de madera. Mientras que en el resto sus bordes estaban cubiertos por esteras de esparto, material abundante en la zona y de donde procede el topónimo de las salinas "Espartinas". Si comparamos los planos de estas balsas realizados en 1860, con las fotos aéreas del conocido "Vuelo Americano" de 1956, veremos que son prácticamente las mismas.
En el sureste madrileño se pueden documentar numerosas salinas: Aranjuez, Villamanrique de Tajo, Valdilecha, pero son las Salinas Reales de Ciempozuelos (Espartinas) las más importantes y las que mayor número de referencias históricas se pueden documentar, remontándose los primeros legajos al siglo XII. Se sabe por ellos que durante el reinado de Felipe II se llegaron a producir casi un millón y medio de kilos de sal al año. Siendo su producción por aquella época monopolio real, durando este privilegio hasta 1869 (exilio de Isabel II). La obtención de sal en Espartinas a mediados del siglo XIX ascendía a 565.000 kg/año, estando en funcionamiento diecinueve balsas de evaporación, que cubrían una superficie de unos 6.000 m2. En la actualidad de ellas solo se distinguen cuatro, pero únicamente una se puede observar íntegramente, es conocida como “Balsa-calentador de San Miguel”, que situada próxima a la boca-mina tienes unas dimensiones aproximadas a los 30 x 15 mts.
Ya el siglo XX, durante la Guerra Civil en febrero de 1937, esta zona fue uno de los escenarios de la cruenta Batalla del Jarama, restos de aquella contienda quedan abundantes por toda la zona (bunkers y fortines, casamatas, trincheras, refugios antiaéreos, nidos de ametralladora…. etc.), que aun se encuentran en un aceptable estado de conservación. Tras la contienda, la explotación de la "sal de interior" se redujo de forma sustancial al dejar de ser rentable, quedando aquí apenas unas pocas familias que subsistieron de esto hasta la década de los años 60 del siglo pasado.
Es durante la época gloriosa de la mina, -primera mitad del siglo XIX-, cuando se comienza a obtener del interior de las galerías sulfato sódico, empleado para la fabricación de vidrio, jabones y otras materias. Elemento que también se extrae en más cantidad en las no muy lejanas minas de Consuelo, Amparo y Protectora, que ubicadas rio Jarama aguas arriba solo les separan 10 km. Cabe reseñar que durante 1826 y en estas minas de Espartinas, fue descubierta por el científico José Luis Casaseca la "thenardita", un sulfato de sodio (Na2SO4), que curiosamente es uno de los escasos minerales descubiertos en España.
Espartinas no es un sitio llamativo, ni de evidente emplazamiento singular, pero lo que más sorprende es que, siendo un enclave perteneciente en la Red de Yacimientos Visitables de la Comunidad de Madrid, así como Bien de Interés Cultural desde el año 2006, no exista ninguna indicación para llegar, tampoco paneles informativos, ni otros elementos de divulgación para mantener medianamente documentados a los ocasionales visitantes que hasta este lugar nos acercamos.
Es además lamentable que un lugar así se halle en tan pésimo estado, debido a la desidia de las instituciones responsables: Ayuntamiento de Ciempozuelos y Comunidad de Madrid. Encontrándonos en vez de un entorno de interés y cuidado que nos hiciera investigar entre sus restos, sin embargo lo que observamos a nuestro alrededor es un lugar intrincado, desmoronado prácticamente en su conjunto e invadido por la inmundicia. Las cuevas que se han ido desarrollando desde la edad del cobre hasta nuestros días y que son motivo de estudio por su interés, están prácticamente abandonadas y con restos de botellones en sus alrededores. Las balsas de decantación y evaporación para lo obtención de la sal, no han tenido mejor suerte, quedando apenas una de ellas en estado de semi-ruina. Esto es desidia y no "libertad", pudiendo ser si se acondicionase correctamente, una atracción turística que produciría un valor añadido a la economía de esta zona del sur madrileña tan castigada económicamente por los últimos avatares.
Al consolidarse esta actividad en el área, se fueron arraigando en sus contornos pequeños grupos humanos durante las Edades del Cobre y del Bronce. Los cuales se transformaron en poblados carpetanos durante la Edad del Hierro, villas romanas en tiempos del Imperio, asentamientos visigóticos o altomedievales posteriormente, y tras la invasión árabe en alquerías y cuevas musulmanas. Para ya en tiempos de reconquista consolidarse un pequeño poblado cristiano (hoy en día desaparecido) entorno a un priorato al que se le conoció como Monasterio de San Juan de las Espartinas. Ya nos traslada el Diccionario Geográfico Universal de 1831, que las salinas toman el nombre del monasterio y el núcleo de población, ya por aquel entonces "despoblado". Marcando la mencionada publicación su situación a una "distancia de unas 100 varas hacia el S. del despoblado de San Juan de Espartinas" (100 varas serian unos 83 mts.).
Es durante la Edad Media cuando se erige la Ermita de San Juan Bautista de Espartinas. Sufriendo durante el siglo XVIII, en plena Guerra de Sucesión, los desmanes de las tropas del archiduque Carlos (los Carlistas), que profanaron la ermita de San Juan de Espartinas (anejo a la parroquia de Santa María Magdalena de Ciempozuelos). Pero no fue hasta pasada la mitad del siglo XX, en que la sal de estas tierras dejo de ser rentable, cuando se abandona la ermita y las casas aledañas que aun quedaban en pie.
La aridez del paisaje; similar a otras zonas desérticas de España, como pueden ser el Desierto de Tabernes, Los Monegros o las Bárdenas Reales; sirvió como interesante lugar para situar la acción de algunas filmaciones de pantalla grande allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo. Usándose como atrezo las ruinas del monasterio de San Juan de Espatinas, haciendo las funciones de fuerte, se rodaron westerns y películas bélicas algunas de ellas dirigidas por directores foráneos.
Ahora, una vez ya informados de por dónde estamos, nos ponemos a recorrer este lugar de la Vega baja del Jarama. El recorrido es corto, pero lo podemos alargar todo lo que quedamos y visitar un montón de restos de la Guerra Civil que por la zona de encuentran esparcidos: bunkers, trincheras, refugios antiaéreos, etc. Pero lo fundamental es poder comprobar cómo desde hace miles de años en estos barrancales se extraía la sal, y como todavía de la propia tierra aun mana este elemento que se deposita por los caminos de transitamos de forma natural.
Debo de hacer hincapié en visitar durante el recorrido algunas de las cuevas existentes en el Barranco de de Valdelachica (Arroyo de las Salinas). Estando las mas "aparentes" en su margen izquierda (derecha subiendo), ya que las existentes de la orilla correspondiente a las salinas, han sido muy afectadas por los derrumbes y árcticamente no queda ninguna visitable. Su posible origen puede estar originado en la época del "alto-medievo" durante el tiempo de la ocupación musulmana de la península ibérica, pero no se descarta que su antigüedad sea aun anterior. En una de ellas, la catalogada como "IX" por los arqueólogos, estas han podido apreciar la existencia de un posible mihrab musulmán y en otras se pueden observar algunas hornacinas. Estas oquedades fueron usadas como refugio en diferentes periodos históricos, siendo por ello que su datación histórica sea dificultosa. Siendo uno de sus últimos usos durante la contienda civil de los años 30 del siglo pasado, siendo escenario de la Batalla del Jarama.