lunes, 12 de marzo de 2018

- Monasterio de Piedra…… sinfonía de agua

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Esta semana pasada, en la que nos han estado asustando a través de los "medios" sobre las cinco borrascas sucesivas, que una tras otra iban atravesar tormentosamente nuestra frágil piel de toro, y de forma pertinaz iba a estar lloviendo prácticamente sin pausar en el espacio-tiempo correspondiente al asueto de los que ya hemos pasado a mejor vida (los días no festivos para los jubilatas). Pero hete aquí que los dioses de la cibernética, a través de sus palafreneros de "AEMET", nos concedían una ventana de "pax deorum" o pausa de buen tiempo para el miércoles día siete (fecha que me trae evocaciones ancestrales). Esta tregua o impasse del horrendo panorama meteorológico que nos vaticinaban las conjunciones astrales, nos hace decidirnos en acercarnos a tierras mañas, camino de ese conglomerado de revoltosos y desiguales montes que conocemos como Macizo Ibérico, conjunto de irregulares sierras ubicadas a caballo entre las provincias de Soria, Zaragoza y Teruel. 

Horadadas por los ríos Jalón, Mesa, Jiloca y Piedra estas escondidas y abruptas sierras del Sistema Ibérico, a la que me gusta denominar como Comarca del Jalón, se hallan salpicadas por algunos de los establecimientos termales más importantes de todo Aragón: tres en Jaraba, dos en Alhama de Aragón, uno en Paracuellos de Jiloca y el SPA del Monasterio de Santa María de Piedra. Siendo precisamente a las orillas del rio Piedra a donde dedicaremos nuestros relajados paseos y curiosas miradas, en lo que fuera un importante y antiguo centro espiritual rodeado de un sobrecogedor paisaje de cascadas, lagos y ocultas grutas.

Nacido por tierras alcarreñas de Guadalajara; en Rueda de la Sierra población muy cercana ya a Molina de Aragón, justo en la divisoria de aguas del Tajo y el Ebro; el río Piedra forma en su cauce medio unos barrancos calcáreos dignos de reseñar. Facturando la Sierra de Solorio por los cerros de Las Requijadas, Alba, La Pedriza o la Peña del Diablo, abriéndose paso de forma impetuosa entre sus rocas las aguas de su cristalino discurrir. Formando durante su impetuoso transito cantidad de cascadas y saltos de agua, que si bien han sido en algún modo retocados por la mano humana para fortalecer su hermosura, no por ello tienen menos derecho a ser contemplados con ojos de admiración. Si bien este
retoque estético, cual una cirugía facial humana o incremento de morros con cuarto y mitad de "botox"…………………. horror, que en algunos de los casos, estos supuestos arreglos son tan exagerados que hacen perder gran parte del encanto intencionado. 

Aun de esa manera, el lugar se ha trasformado para los que hasta aquí se acercan a pasear sea una delicia para los sentidos, estando su transitar repleto de sorprendentes y bellísimos rincones, así como de paisajes asombrosos con espectaculares cualidades estéticas, generando un espacio dedicado a trasmitirnos la belleza del agua y su entorno. A los encantos propios del río hay que añadir el rumor de la naturaleza, el frescor del entorno, la apacible quietud de sus lagos, en especial la del Espejo, y el cantar o trinar de las aves. 

Entre una exuberante vegetación que a ratos se hace bastante intensa, recorremos los casi cuatro kilómetros de senderos: https://es.wikiloc.com/rutas-a-pie/parque-natural-del-monasterio-de-piedra-6764003, en los que podremos invertir dos horas y media, o más. Que uno tras otro nos llevarán hasta los continuos saltos de agua: Cascada Iris, Sombría, Baño de Diana, Trinidad, Caprichosa, Vadillos, Cascada de los Fresnos, Cola de Caballo, Chorreaderos. Un sinfín de lugares y recorridos por escaleras, túneles y grutas que nos conducen si o si, hasta el espacio más singular y mágico de todos, el Torrente de los Mirlos, a donde accedemos a la Gruta
de Iris. Por la que descendemos como si fuera un camino iniciático hasta llegar a la base de la Cola de Caballo (50 m. de altura) pero en su parte trasera, donde se abre una húmeda, inmensa, lóbrega y sombría oquedad, asemeja la entrada a los territorios del Averno. Lugares de remanso de tanta intensidad para nuestra vista son las serenas láminas de agua que forman el Lago de los Patos y el Lago del Espejo, así como los estanques de las piscifactorías, donde esa tranquilidad solo es rota por las truchas al saltar sus aguas. 

Lo que fuera la antigua huerta de los monjes, esconde maravillas difíciles de describir para quién no las haya aun contemplado, pasando en la actualidad a formar parte de los parajes seleccionados mas espectaculares de Europa. Casi todos desconocemos el hecho de que las rocas del paisaje que rodea el Monasterio de Piedra formaron parte de un fondo marino, pues hasta aquí llegaba hace millones de años el llamado "Mar de Tetis", que con el paso del tiempo y las fuerzas de la orogenia alpina, estrujaron las rocas de los fondos haciéndolas emerger hasta la superficie, siendo las que podemos contemplar a nuestro alrededor.  

Como contaré más adelante, la finca de la que forman parte estos parajes, sufrió durante su historia tres abandonos por parte de sus moradores los monjes cistercienses, el último y definitivo durante la desamortización de Mendizábal en 1836, aunque ya por esas fechas el cenobio llevaba años en decadencia, al haber sufrido espolios y abandono en el trascurso de la Guerra de la Independencia, y posteriormente entre 1820 y 1823 durante el llamado "Trienio Liberal" haber padecido de nuevo la desidia y el desamparo. Siendo adquirida en subasta pública por el empresario del textil catalán Pau Muntadas i Campeny en1843, habiendo sido su hijo Joan Frederic Muntadas, quien convirtió la huerta existente en un jardín romántico, y los recintos monacales en establecimiento hospedero. Aprovechando las limpias y cristalinas aguas del rio Piedra para instalar en 1867 la que sería la pionera de las piscifactorías habidas en España, al ser la primera instalación existente de este tipo en toda la península. Convirtiendo al lugar, desde mediados del siglo XIX, en un destino turístico de primer orden al sur de Aragón.  

La adquisición por parte de la familia Muntadas consiguió detener en parte el deterioro al que fue sometida tras su abandono, perdiéndose algunas de las obras de arte en ella custodiadas, hasta el punto que el estado en el que podemos observar la iglesia abacial, totalmente al descubierto y sin techumbre, se debe a la vergonzante venta de las tejas que cubrían su tejado, operación realizada tras la desamortización de 1835 por parte del administrador del estado y el obispo de turno. Estas tejas hoy están dispersas por toda la provincia y aledaños, habiendo producido el hundimiento de gran parte del edificio y el ruinoso estado que hoy podemos observar al visitarla. Menos mal que el altar-relicario de estilo gotico-mudejar y finales del siglo XIV se libró del espolio, conservándose desde 1851 en la Real Academia de la Historia en Madrid (calle Huertas esquina a León), rescatado de ser destruido o robado gracias a las gestiones de uno de los Muntadas.
 
El 16 de diciembre de este 2018 este monacal cenobio dedicado a la regla de San Benito de Nursia (ora et labora), celebrará 800 años de su consagración como recinto religioso. Habiendo sido impulsada su fundación por el rey de Aragón Alfonso II el Casto y su castellana esposa Sancha en el año 1186, cuando estas tierras habían sido recién recuperadas a los árabes. Consiguiendo con ello dos finalidades: la repoblación de estos territorios (con un fuerte componente de población musulmana y zona fronteriza con el reino de Castilla) por devotos cristianos durante la segunda mitad del siglo XII y la expansión de la orden del Cister, que aunque creada cien años antes, no tuvo su impulso definitivo hasta que Bernardo de Claraval inspirador de la orden del temple, se alineó con la orden benedictina que defendía la austeridad y la rigurosa observancia de las reglas de pobreza, así como una mayor dedicación de los monjes a la observación y al trabajo manual, frente a la riqueza y ostentación de la poderosa orden de Cluny, debiendo de instalar sus monasterios apartados de las vías de comunicación  y de los núcleos habitados,  para lograr de esa manera un mejor aislamiento de la realidad mundana. Siendo la orden del Cister y sus "monjes blancos" ávidamente favorecida por los reyes aragoneses para que colonizasen el vasto y despoblado territorio que se acababa de conquistar al sur de la línea del Ebro, usándose como generadores de la actividad agraria y reclamo poblacional estos incipientes y flamantes cenobios, además de extender la "fe" en el credo de Cristo.  

El monarca baturro cedió a los monjes tarraconenses de Poblet (no olvidemos que Cataluña de siempre ha pertenecido al antiguo reino de Aragón, pese a quien le pese !Puigdemont!) el castillo sarraceno o fortaleza defensiva existente en el lugar conocido como Piedra Vieja, con todas sus pertenencias y tierras, la aldea de Liestos, y otras tierras en términos vecinos, con el objeto de fundar en la zona una abadía. El 10 de mayo de 1194 salieron del monasterio catalán trece monjes, al mando de los cuales estaba Gaufredo de Rocaberti, quien se convirtió en el I abad del cenobio a orillas del rio Piedra. En mayo de 1195 se revalida la donación y pretensión real de la fundación de un monasterio en ese lugar, comenzándose a levantar los edificios en 1203. Siendo en 1218, con las obras ya bastante adelantadas cuando los monjes pudieran trasladarse, realizándose el 16 de diciembre la ceremonia de consagración, reubicándose la comunidad desde Piedra Vieja (la instalación provisional) a Piedra Nueva (el nuevo monasterio).  

La segunda mitad del siglo XII y primera del XIII son años de transformación arquitectónica, viviéndose en esta época la transición del "románico" hacia el "gótico", pero las construcciones cistercienses mantienen el modelo monástico benedictino, respetando en su diseño los fines de su fundador: la contemplación, el rezo, la pobreza, la simplicidad y la escasez decorativa, centrando su característica arquitectura en la luminosidad, sencillez, austeridad y sobriedad. Si bien esta, a través de la piedra trabajada de forma maestra sigue generando una gran belleza y llegando hasta nuestros días en aceptable estado de conservación. 

Para erigir estas edificaciones monásticas son elegidos emplazamientos aislados, valles retirados o bosques recónditos con abundancia en agua. Manteniendo la ordenación de sus dependencias en torno a un patio central, el claustro. En el caso del de "Piedra" su distribución se asemeja a otros monasterios del Cister, aprovechando al máximo la luz solar: al norte la iglesia, al este la sala capitular, al oeste las bodegas y cilleros y al sur el refectorio, calefactorio y la cocina. Siendo en esta última, donde en 1534 se elaboró por primera vez el chocolate en Europa, con cacao traído de las indias (Méjico) por medio de un fraile cisterciense que acompañaba a Hernán Cortés. Consiguiendo se estos monjes aragoneses los que cataron por primera vez el dulce manjar. Elemento al que se le dedica una curiosa e interesante exposición en su tiznada cocina. 

El Monasterio de Piedra se encuentra protegido por una muralla medieval de la que sobresale una sobria e interesante torre del homenaje. Siendo el conjunto de sus edificaciones una mezcla de estilos arquitectónicos: románico, gótico, mudéjar, renacentista y barroco.  Obteniendo su Sala Capitular los
adjetivos más favorables, toda vez que la iglesia está muy deteriorada, sin techo y prácticamente en ruinas, especialmente las bóvedas que se encuentran completamente caídas, debido a los tres abandonos producidos durante el siglo XIX, que junto con las intrigas internas de la propia comunidad monacal, propiciarán su penuria definitiva el 4 de noviembre de 1835. La puerta occidental o principal hacia el exterior de recinto, se conserva aceptablemente bien a pesar de lo descompuesto y abandonado de la fachada.  

Después de ser expropiado tras los decretos de Mendizábal, las gentes de los aledaños entraron al lugar saqueando y destrozando todo lo que hallaban a su paso, razón por la cual podemos observar como todas las esculturas situadas a menos de tres metros del suelo se nos presentan decapitadas y sin manos.  


Hemos comentado al principio sobre las zonas termales del sur de Aragón, haciendo referencia al cauce del rio Jaraba y sus balnearios. Interesante y cercano lugar que seguramente merecerá una visita no muy alejada en el tiempo y sus consiguientes párrafos en estas notas. Mientras, os animo a disfrutar de estos espacios convertidos en vergel, en medio de las áridas tierras el sur aragonés.