Esta vez mis pasos se
dirigen hacia el sur, hacia las tierras de al-Ándalus, por las que corre todavía mucha sangre bereber en las
venas de sus gentes.
Bien es
verdad que mis botas prefieren los caminos del norte como podéis comprobar los
que seguís este blog, pero también es verdad y debo reconocerlo, que cada vez
que tiran hacia el meridión son gratamente sorprendidas con lugares y paisajes
como estos que me hacen escribir estos párrafos. En esta ocasión es para
recorrer el Desfiladero de los Gaitanes y la Comarca de Antequera de la que ya
conocía parte, pero siempre se deben dejar cosas sin completar para tener que regresar a
los lugares.
Antequera, la
antigua "Madinat Antaqira" islámica, es
una ciudad sugerente, blanca, arropada a una peña y coronada por defensas
moriscas como casi todas las del sur. Ubicada en uno de los principales cruces
de rutas por Andalucía, siendo apodada por ello como “el corazón” de todo este
sur hispano, habiendo sido y siendo aun hoy en día paso imprescindible para los
viajantes de cualquier época.
Hasta ella nos hemos
llegado para visitar sus magníficos dólmenes,
el resto de la población ya lo conocía por otra visita, pero por aquel entonces
ni sabía de la existencia de ellos. A las afueras, pero lindando con el casco
urbano se encuentran tres portentosos ejemplares de estos megalíticos monumentos
funerarios de entre los 5.000 y 3.800 años de antigüedad. Están catalogados
como unas de las mejor conservadas construcciones de este tipo en el mundo, y
aunque como ocurre con todo lo que es foráneo, al compararlas con el
conocidísimo Stonehenge anglosajón, podemos aseverar que estas son más antiguas
y más enormes, aunque al estar bajo tierra son menos vistosas. Nos referimos a bloques de piedras cuyo
peso llega alcanzan miles de toneladas, que han sido arrastradas y
transportadas hasta un lugar puntual donde han sido plantadas milimétricamente,
ubicándose sus entradas de tal forma, que su alineación coincida con puntos
concretos y en épocas señaladas, como son los solsticios, haciendo que estas
fechas sean su punto máximo de entrada de luz a su interior. Siendo en este
caso además referente la cercana y singular Peña
de los Enamorados (con su leyenda incluida referida a tiempos de reconquista) que,
al similar su perfil la cara de una mujer dormida, para los pobladores de
aquellos tiempos tenía relación especial, dejándola en menor o mayor medida
reflejada en estas subterráneas construcciones.
Nos acercamos primero
a visitar el de "El Romeral",
datado sobre el 1.800 a. C. que
además está algo más alejado. Su curiosidad radica en su cámara sepulcral
redonda y abovedada, en la que se fueron colocando piedras de pequeñas
dimensiones para logar esa forma cónica, quedando la cubierta plana. Su alineación
está orientada para que su interior se ilumine plenamente durante el solsticio de
invierno.
No muy alejados de
este, apenas a 1,5 km. se encuentran los dólmenes de Viera
y Menga, que
están juntos. Entramos inicialmente en
el de "Viera" sobre el que
se calcula fue construido hace mas de 4.500 años. Es el más simple de los tres
y además de contar con la vista de la Peña desde su interior, es plenamente
iluminado durante los equinoccios de primavera y otoño.
Hemos dejado el Dolmen
de Menga para el final por ser el más impresionante sin duda, y por aquello
de ir siempre de menos a más. Con una antigüedad de unos 5.000 años, es un
exponente a nivel mundial de este tipo de construcciones, al ser uno de
dólmenes más colosales de Europa (6 m. de anchura, 3’5 m. de altura y
27,5 m. de fondo). Aparte de su grandeza, no es normal encontrar en este
tipo de obras pilotes centrales para la sujeción de las enormes lajas que
forman su techo. Como así mismo, el encontrarse al fondo de su cámara funeraria
un pozo con una profundidad de 19 metros. Este dolmen tiene también su orientación
particular, al ser su interior mayormente iluminado con el
solsticio de verano.
Si no lo conocemos o
solo sabemos de él por referencias, no debemos de dejar de visitar la afamada y cercana Sierra de El Torcal, donde se encuentra uno
de los mejores y más extraordinarios paisaje kársticos de toda Europa. Su
nombre le viene por las dolinas o "torcas" (curiosas depresiones
circulares) que tanto abundan en el paraje. Pudiendo realizar por sus
intrincados callejones y vericuetos curiosas rutas de distinto nivel, sobre las cuales nos darán servida información en
el vanguardista Centro de Visitantes que se encuentra a su entrada.
Camino de nuestro destino hacia los Embalses de Guadalhorce,
nos desviamos unos pocos kilómetros para acercarnos a otro situado de gran
valor natural, la Laguna de Fuente de
Piedra. Reserva natural de unos seis kilómetros de longitud y casi 1.400
hectáreas de extensión, que compone el
mayor humedal del interior andaluz, y uno de los más grandes de España, junto con
la aragonesa laguna de Gallocanta.
Entre alomados campos de secano y olivos se extiende una
poco profunda lámina de salinas y someras aguas, muy apreciada
internacionalmente por los ornitólogos, al albergar la mayor colonia de
flamencos comunes de la Península Ibérica y la segunda en importancia de
Europa. Pudiéndose observar en algunos lugares de su interior unas manchas
rojas y blancas que alegran la vista de sus visitantes aunque sea en la lejanía, siendo en estos periodos de primavera la mejor época para contemplarlos. Su importancia es recocida, pues en
ella se han llegado a constatar hasta 20.000
parejas de flamencos en época de reproducción, amen de otras 170 especies de
aves, especialmente acuáticas, que hallan en este humedal su idóneo lugar de
cría, invernada o paso.
Su escasa profundidad y el aumento de la evaporación de las aguas durante la época estival hacen que la sal quede cristalizada sobre su superficie, propiciando la explotación de este elemento desde época romana hasta los años cincuenta del pasado siglo. Visitarla con el sol de la tarde reflejándose en sus aguas tiñéndolas de un blanco luminoso, es un comento que genera la sensación de estar observando un mágico espejismo.
Su escasa profundidad y el aumento de la evaporación de las aguas durante la época estival hacen que la sal quede cristalizada sobre su superficie, propiciando la explotación de este elemento desde época romana hasta los años cincuenta del pasado siglo. Visitarla con el sol de la tarde reflejándose en sus aguas tiñéndolas de un blanco luminoso, es un comento que genera la sensación de estar observando un mágico espejismo.
Desde su bien situado Centro de Visitantes, ubicado en un
altozano próximo a la población, parten rutas hacia distintos observatorios, a
los que se puede llegar tanto a pie como en vehículo. Así mismo se puede
recorrer toda su periferia, a través de un circuito de 21 km. en el que se
encuentran algunos excelentes miradores.
No muy alejadas y de
características similares pareo de menos extensión, se encuentran otras lagunas
como las de Campillos, La Ratosa, El Laguneto, Catarranas, la de Gosque o la
del Toro entre otras, que junto con la de Fuentes de Piedra se encargan de
acoger a las comunidades de aves que en ellas se refugian y en algunas casos empollar
a sus crías.
Además de poder dar un
paseo por la población de Fuente de Piedra; la "Fons Divunus" romana
que presta su nombre a la laguna, y visitar el afamado y curativo (pues al
parecer disolvía los cálculos renales) manadero; no debemos dejar de acercarnos,
si es la hora del almuerzo o de una tardía merienda, hasta la Taberna de Joaquín en la Plaza de la Constitución 2, Tf. 653 855
862, donde curiosamente, amable, jocoso y nos atenderá Joaquín, proponiéndonos
algunos de sus platos: Pulpo a la brasa (espectacular), revuelto de bacalao,
costillas al ajete, croquetas de puchero, solomillo al Pedro Ximenez y las
verduras a la plancha (muy recomendables). Un sito en verdad digno de ir y de
aparecer en las páginas de este blog.
Sin más demora nos dirigimos ya a nuestro destino, los
embalses del Guadalhorce, que aun siendo tres (El Chorro o Conde de Guadalhorce,
Guadalhorce y Guadalteba) al estar contiguos forman en la práctica una unidad dentro
del paisaje. Mientras nos acercamos hasta ellos contemplamos unas agradables
panorámicas de sus sinuosas y enrevesadas laminas de agua.
Ubicados al norte de la provincia de Málaga, en el
triangulo que forman Antequera, Ronda y Álora, al comienzo del enorme corredor
natural, que por de la Vega de Granada, las Hoyas de Baza y Guadix, el Campo de
Lorca y Murcia, conecta el oriente andaluz con el levante valenciano.
Arropados por las sierras de Almorchón, Llana, Huma y
Pizarras; que tanto condicionan las circunstancias climáticas de la zona,
así como las comunicaciones entre la comarca de Antequera y el Sur de la
provincia a través de sus pasos naturales; su principal aporte el río
Guadalhoce, después de atravesar estos montes habiendo cincelado sus aguas el
Desfiladero de los Gaitanes, se hace adulto formando su propio valle, uno de
los más importantes de la provincia.
Es caminando sus orillas, por donde realizamos un recorrido
a través del Sendero Gaitanejo, en
medio de tupida vegetación y con vistas a los curiosos roquedos que observamos
en la otra orilla del rio. La ruta nos dirige al que fue el primer embalse de la
zona allá por los primeros años del siglo XX, como así mismo al comienzo del Caminito del Rey.
Retornando a media altura por una pista que lleva hasta el Mirador de los Tres
Embalses.
Ardales, con sus
apenas 2.500 habitantes es la capital y punto de abastecimiento de la zona. Su
blanco caserío, protegido por la sombra de los restos de su roquedo castillo, es un claro ejemplo de pueblo andaluz con calles sinuosas y
estrechas, encaladas casas de apenas dos alturas, y esa luz especial que el sol
por estas tierras.
Su origen como lugar de asentamiento humano se remonta a la
prehistoria, encontrándose con frecuencia por sus alrededores hachas de sílex,
agujas elaboradas de hueso y otros utensilios de la Edad de Piedra. Aunque la muestra
más indudable de la presencia humana por los arcaicos tiempos, son las pinturas
rupestres halladas en la Cueva de la Calinoria, también conocida como Cueva de Ardales o de Doña Trinidad
Grund, distante apenas 3,5 kilómetros del pueblo, cuyas representaciones
monocromas y grabados de animales nos acercan hasta el Paleolítico Superior (de
entre 30.000 a 8.000 años de antigüedad), en medio de un espectacular escenario
cavernario de estalactitas y estalagmitas.
La población adquiere importancia durante finales del siglo
IX, cuando Omar ibn Hafsún estableció en Bobastro (a tan solo 5 km.), su
pequeño y rebelde reino cristiano enfrentado al poderoso Emiratode Córdoba,
que a punto estuvo de cambiar la historia de España, pero de eso ya relataré
mas tarde.
Recomendable en esta población es acercarse hasta la
terraza del Restaurante Falcó
(martes cerrado), calle Cantarranas, 4. Comida
casera a muy buen precio, berenjenas con miel de caña (exquisitas y nada
grasientas), ensalada de tomate con queso, carnes o
pescados, acompañados de una buena atención.
Coronando el ya bien definido Valle del Guadalhorce, Álora es otra población que se nos
presenta de un blanco inmaculado, cobijado su laberíntico caserío entre dos
pequeños promontorios. Uno de los cuales, el Cerro de Las Torres, asienta el castillo,
que de origen fenicio, posteriormente fortificarían los romanos, convirtiendo
finalmente por los moriscos en fortaleza musulmana. De cuyos restos destaca la torre de la puerta de ingreso al recinto amurallado,
formada por un arco de herradura único en occidente. Desde su
exterior podemos disfrutar de unas extraordinarias vistas del "Valle del
Guadalhorce". A las afueras de la población
encontramos el Convento de Nuestra Señora de Flores, barroco del siglo XVI con
interesantes yeserías, donde los "perotes" (gentilicio de Álora)
veneran la imagen de la Virgen de Flores. Desde la terraza de su acceso se
tienen también unas buenas panorámicas de todo el valle.
Retornados al Alto Guadalhorce, a los pies de la Sierra
Pizarra, sobre un mogote rocoso, medio encajonada entre los Tajos de Almorchón
y las paredes verticales de las Mesas de Villaverde, nos encontramos la Ermita de Nuestra Señora de Villaverde,
cercana ya al poblado de El Chorro (apenas 3 km.). Erigida sobre un primitivo
templo mozárabe, todavía quedan en sus cercanías una necrópolis con tumbas
antropomorfas de esta época excavadas en la roca.
En sus proximidades, casi en la desviación que nos llevara
hacia Bobastro, encontramos unas extrañas formaciones rocosas de arenisca muy
erosionada por el agua y el viento, son los llamados "taffonis". Se pueden ver por toda la zona, pero los de aquí
son más llamativos y evidentes, además de estar cercanos e indicados con
cartelería. Estas especies de oquedades, las hemos ido viendo durante nuestros
recorridos, comprobando como han sido utilizadas por el hombre desde tiempos remotos,
usándolos como viviendas, para guarecerse o para la custodia del ganado.
Tomamos la desviación a Bobastro, desde hace tiempo sonaba este nombre en mi mente sin
saber que se ubicaba por aquí, algo había leído de ella pero sin saberla situar.
Son las ruinas de la fortaleza rebelde de Omar ibn Hafsún, que se enfrento al
poderío musulmal de Córdoba allá por el año 880. Es donde se encuentran los sugestivos
vestigios
de una basílica cristiana que componen el ejemplo más autentico de edificación
puramente mozárabe andaluza, toda vez que se trata de un templo
realizado por gentes cristianas durante el dominio musulmán de estas tierras. Una
original iglesia rupestre excavada sobre un promontorio de
arenisca que a su vez integraba un monasterio, continuando probamente esa
tradición eremítica
que se
extendió por todo el territorio hispano, y de la cual quedan restos muy
sobresalientes en el tercio superior de nuestro país, especialmente en los
alrededores del Alto Ebro. Siendo muy probablemente construida antes de la llegada del
rebelde ibn Hafsún a estos parajes.
Al llegar hasta ella por el sendero de acceso y rodearla
hacia poniente, el peñasco original sobre el que se cinceló, nos va mostrando
un conjunto de erosionados muros, pilastras y arcos de herradura, todo tallado
sobre la viva roca.
La iglesia de
Bobastro, forma parte de un conjunto de edificaciones que se
encontraba totalmente fortificado, del que conservan todavía restos muy
interesantes de las bases de sus murallas y torres. El templo, perfectamente
orientado hacia el oeste, y de plata basilical con naves y ábsides en cada una
de ellas, se sitúa sobre lo que se intuye podría haber sido un patio o un
claustro, donde todavía se pueden contemplar el aljibe y algunos silos, todo
ello esculpido también sobre el pétreo elemento. Destacando de ella sus grandes
contrafuertes, y sobre todo los arcos de herradura de la única pared conservada
relativamente aceptable, que forman la mítica imagen de este espacio. También
resalta el transepto, reservado a los misteriosos ritos de la liturgia
mozárabe, así como los espacios que diferenciaban las diversas naves y ábsides.
Bajo el templo se intuye el inicio de construcción de una especie de cripta a
modo de mausoleo, donde podrían haber sido depositados restos
de ibn Hafsún tras su muerte.
Estos magníficos restos, aunque no sean comparables a otras
construcciones de los siglos posteriores, su trabajo, cincelando la roca golpe
a golpe, es merecedor de un valor incalculable. El lugar donde se ubica,
solitaria en un claro del bosque, por encima de un roquedo que forma un paredón
defensivo, y con unas sugestivas vistas hacia la puesta del sol, en medio de la
quietud y el sosiego, la convierten en un lugar lleno de misticismo y magia.
Para los que anden holgados de tiempo, una trocha o sendero
que parte a nuestra izquierda al poco de coger la desviación que nos llevara
hasta el lugar, puede ser una buena alternativa para ascender caminando a este
lugar en vez de hacerlo en vehículo.
Omar ibn Hafsún, nuestro
rebelde e indómito personaje, surge a finales del siglo IX cuando el califato
cordobés no se encontraba en sus mejores tiempos, toda vez que en al-Ándalus
regia la desunión y el despotismo, además de la presión de los reinos cristianos
del norte en la búsqueda de recuperar los territorios ocupados con anterioridad
por el islam. Ibn Hafsún era mahometano de nuevo cuño (muladí), descendiente de
visigodos conversos al islam mas por conveniencia que por convicción. Y desde
joven se le conocieron dotes de inconformismo e insumisión, teniendo que huir
al norte de áfrica al tener problemas con la ley.
Al retornar, se convirtió en el referente de un movimiento
de insurrección generado por el conjunto de los muladíes, que asentados en
estas tierras se consideraban vejados y oprimidos por los tributos a los que
eran sometidos por parte de los emires cordobeses. Hasta el punto puso en acoso
este movimiento de insurgencia al poder cordobés, que llegaron a controlar una
buena parte del occidente andalusí desde Algeciras hasta Murcia, dominando más
de 30 castillos entre toda la serranía y la línea de la costa, llegando incluso
a sentirse la propia ciudad de Córdoba amenazada.
Omar crea en Bobastro la fortaleza que será su cuartel
general, estableciendo en torno a la misma una zona de protección a través de
los castillos de Teba al Este y el de Álora por el Sur, así como los baluartes
de Turón y Ardales por el Oeste, formando un arco defensor entorno a Bobastro y
su comarca. Desde este verdadero nido
de águilas que era la abrupta atalaya de Bobastro, Omar ibn Hafsún accede con
facilidad a la vega de Granada y a la depresión del Guadalquivir, consiguiendo
mantener en jaque a los gobernantes cordobeses durante cincuenta años.
En el año 889, el caudillo rebelde rompe con la doctrina
musulmana convirtiéndose al cristianismo, rebautizándose como Samuel (una de
sus hijas seria posteriormente Santa Argentea. Este cambio de culto propicio en
gran medida el comienzo del fin de su revuelta, pues muchos de sus seguidores, creyentes
sinceros de las doctrinas del Corán le abandonaron. Siendo a partir del 891
cuando, motivado por este hecho y debilitado por las deserciones, el emirato comienza
a recuperar parte de los territorios conquistados.
Omar fallece en el año 917, pero nunca fue vencido en ningún
combate por sus enemigos, teniendo que trascurrir 10 años desde su muerte para
que ya en el poder Abd al- Rahman III, fuera capaz de doblegar Bobastro, pues
los hijos de ibn Hafsún continuaron con la resistencia. Fue precisamente esta
conquista la que llevaría al gran Abderramán a proclamase "califa" de
al-Ándalus, haciéndose llamar al-Nāṣir li-dīn Allah,
"el que hace triunfar la religión de Dios".
Se cree que el líder rebelde fue enterrado en Bobastro
conforme al culto cristiano, pero una vez tomada la fortaleza por los
musulmanes su cuerpo fue desenterrado y transportado a Córdoba, donde fue
vejado ante la población sirviendo de mofa y escarnio.
Dejando la historia ya contada, continuamos la ruta ascendiendo
por los bosques que envuelven estas mágicas ruinas de Bobastro. Apenas unas decenas
de metros más arriba, nos topamos con la curiosidad de encontrarnos una represa
de agua casi en la cúspide de una montaña. Se trata del Embalse superior de La Encantada que creado en 1970, con el fin de
la generación de electricidad, siendo la central hidroeléctrica "reversible"
más grande de España. Esto consiste ni más ni menos, que por la noche cuando la
tarifa es más barata, se bombea agua desde el embalse inferior, dejándola caer
durante el día cuando el precio de facturación es superior. La construcción de este
almacén de agua produjo la desaparición de multitud de vestigios arqueológicos que
pertenecieron a muchas de las viviendas y muros defensivos de la mítica Bobastro.
Dejando a siniestra la increíble y cimera presa de agua, continuamos
la carretera hasta su fin en la parte superior de la Sierra de la Pizarra,
llegando a un espacio mesetario con unos miradores excepcionales, lugar
conocido como Mesas de Villaverde, desde
las que se contemplan sugestivas vistas de las sierras de Huma y Almorchón, el
pico del Convento, la presa inferior de La Encantada, la aldea de El Chorro, los
viaductos del AVE a su paso por el Valle de Abdalajis y en días claros hasta el
Torcal de Antequera o los Montes de Málaga. Siendo precisamente en las
inmediaciones de este lugar, enclavado en la plana cima de un escarpado rocoso,
donde se ubicó el alcázar de Bobastro, situado en un agreste e inhóspito paraje
en medio de la nada. Nos sorprende encontrarnos en lo más alto, la atractiva
terraza de un bar atendido por una agradable familia de la zona, desde ella nuestras
miradas descienden vertiginosas hacia el angosto valle donde el río Guadalhorce
se ha abierto paso tallando el majestuoso Desfiladero de los Gaitanes, al cual
nos dirigiremos con la fresca de un nuevo día, para recorrer por mitad de sus
paredes el afamado "Caminito del Rey".